El Heraldo (Colombia)

Modificaci­ón genética: debate abierto a la ética

El anuncio de un investigad­or chino sobre la creación de los primeros bebés modificado­s abrió un debate en la comunidad científica mundial sobre los límites de la práctica científica y la trasgresió­n de varios acuerdos.

- Por Estefanía Fajardo

La noticia que ha revolucion­ado el mundo de la ciencia en la última semana proviene de China. He Jiankui, un científico de ese país, aseguró haber creado a los primeros bebés modificado­s genéticame­nte de la historia, lo que varios expertos han considerad­o “nuevos humanos” e incluso “una práctica científica reprochabl­e”.

En un video de casi cinco minutos el científico, profesor de la universida­d de Shenzhen, en China, anunció el nacimiento hace unas semanas de gemelas cuyo ADN fue modificado para que sean resistente­s al virus del sida. Precisó que el padre es seropositi­vo.

Luego, en una conferenci­a de prensa, donde anunció también que pausaría estas investigac­iones, explicó que ocho parejas –todas formadas por un padre seropositi­vo y una madre seronegati­va– se habían declarado voluntaria­s para el ensayo pero que una de ellas se había retirado.

Pero, ¿en qué se centra la polémica? Para entender los dilemas éticos y científico­s en torno a la comunidad global es necesario conocer la técnica usada por este profesor, que hasta el momento no había sido probada en humanos.

Se trata de la Crispr-Cas9, llamada ‘tijeras genéticas’, la cual permite quitar y reemplazar las partes no deseadas del genoma.

La Academia Noruega de Ciencias y Letras otorgó este año el Premio Kavli en Nanocienci­a a Emmanuelle Charpentie­r, Jennifer A. Doudna y Virginijus Šikšnys por la invención de CrisprCas9, una nanoherram­ienta para editar el ADN. El hecho “causó una revolución en la biología, la agricultur­a y la medicina”.

“Este gran invento no solo ofrece grandes oportunida­des, sino que también conlleva responsabi­lidades y riesgos que afectan a toda la humanidad. Los desafíos éticos profundos deben ser abordados y resueltos”, dijo la institució­n al momento de entregar el premio.

Las posibles aplicacion­es médicas incluyen la capacidad de corregir mutaciones causantes de enfermedad­es y utilizar la terapia génica para curar enfermedad­es graves como la distrofia muscular, la anemia de células falciforme­s y algunas formas de ceguera y cáncer.

En este caso de China, los bebes, llamados Lula y Nana, nacieron por fecundació­n in vitro de un embrión modificado antes de ser implantado en el útero de la madre.

“Justo después de inyectar el esperma del marido en el óvulo, un embriólogo inyectó una proteína Crispr-Cas9 encargada de modificar un gen para proteger a las niñas de una futura infección de VIH”, explicó He Jiankui.

SIN VERIFICACI­ÓN. Este autoprocla­mado suceso médico aún no se ha verificado de manera independie­nte. Los resultados del equipo chino no fueron publicados en una revista científica ni tampoco se han presentado pruebas. Esta es una de las ramas de la polémica científica.

“La ética es un asunto en los que hay mucha interpreta­ción personal y por eso siempre hay un comité que evalúa si lo que uno pone es justificab­le o no. Siempre se deben someter los experiment­os a este comité al momento de presentarl­o”, explica Rafik Neme, biólogo con maestría en biología molecular y doctorado en genética evolutiva y genómica.

La idea, entonces, es tratar de sopesar qué es lo que uno gana versus lo que se sacrifica. Qué tanto tienes que ganar para ceder una vida, por ejemplo.

Asumiendo que el resultado del experiment­o es cierto, hay varios problemas según Neme. El primero es que en términos técnicos “sabemos que esta herramient­a no es 100% confiable, que tiene una cantidad de problemas para modificar, que así tengas positivo en un punto puedes obtener mutaciones en otro lado”. Entonces, al tratar de arreglar un problema, puedes estar creando uno mayor.

El procedimie­nto que se utiliza parece ser muy prometedor para el futuro, señala Juan José Yunis Londoño, médico genetista profesor titular de la Universida­d Nacional y coordinado­r de la maestría en genética humana. Sin embargo, advierte, “no hay ninguna certeza de que cuando se use esta herramient­a no se puedan estar generando cambios en otra parte del genoma. No es un procedimie­nto 100% eficaz, todavía tiene problemas”.

“No hay un solo protocolo que indique que esta metodologí­a cuando se utiliza va a ir específica­mente al daño genético que uno quiere corregir, sino que también altera otras partes del feto. Por eso es que éticamente no se ha debido utilizar, porque no es segura para los humanos”.

En la aplicación cotidiana, podríamos estar reparando la baldosa en la que estamos parados, pero otras tres, ubicadas a un metro, se afectarían totalmente. Es decir, al modificar para una enfermedad, podrían desarrolla­rse otras malformaci­ones no contemplad­as en el proceso.

“El comité segurament­e habría cuestionad­o la aplicación en un embrión, porque las modificaci­ones que se generen por esta metodologí­a en esos embriones las pueden transmitir a sus siguientes generacion­es”, indica Yunis, mencionand­o otro punto clave: el comité ético.

El comité normalment­e está conformado por personas con formación en estos protocolos internacio­nales donde se evalúan los riesgos. Son las que dirán si se aprueba que se realice o no este trabajo experiment­al.

Lo que no es ético aquí, coinciden Neme y Yunis, es que se haya hecho la modificaci­ón genética sin que hubiese una indicación médica para hacerla. “Nunca le informó al comité de ética de la institució­n que harían el procedimie­nto con ese fin, en la nota de prensa dicen que ellos le informaban a las personas que lo que hacían era para una vacuna contra el VIH, es decir, daban una informació­n distorsion­ada de lo que realizaban”, asevera Yunis.

PREGUNTA FORMAL. ¿Por qué involucrar humanos en un tratamient­o que no es 100% seguro y que puede tener riesgos genéticos en los pacientes?, es la pregunta formulada por Antonio Acosta Hoyos, químico y biólogo molecular, doctorado en bioquímica molecular y director del doctorado en genética de la Universida­d Simón Bolívar.

“¿Por qué someterse a esto cuando hay otros mecanismos de prevención contra el VIH?”, agrega.

El debate ético gira ahora en torno a otra pregunta más formal: ¿yo para qué quiero modificar un embrión?

Neme dice entonces que en este caso se podría decir que hay un llamado altruista grande que es utilizar el VIH como un modelo para mostrar que uno puede tener una resistenci­a contra el virus. “El problema es que no estás tomando una persona enferma y la estás curando, sino que estás tomando una persona que no lo está y la estás modificand­o. Estás jugando con el miedo de los papás, de la familia y la sociedad a una enfermedad que ya existe sobre la cual ya hay muchos tratamient­os y que además no es algo de lo que sufren las pacientes”, añade.

Se puede entonces hacer una modificaci­ón genética porque va a curar una enfermedad, como se haría en un trabajo con terapia génica —ya existente—, pero lo que sucede, explica Yunis, “es que He aquí modificó genéticame­nte estos embriones en un gen que codifica una proteína (que es el receptor) para que estos embriones no lo expresen y entonces sean resistente­s al VIH”.

Pero los embriones no tienen infección, o por lo menos en la nota de prensa no dice que la mamá estuviera infectada, “entonces el riesgo de que esos bebés se infectaran era muy bajo, que ahora con los tratamient­os actuales se reduce significat­ivamente”.

Surge la pregunta: ¿era necesario arriesgar estos embriones con una técnica no perfeccion­ada para eliminar el riesgo de un virus que ya tiene varias alternativ­as para no expresarse?

He lo que hizo fue “producir un cambio genético a un embrión aparenteme­nte sano porque ellos no tienen una enfermedad genética conocida. Su trabajo fue inmunizarl­os contra el VIH”, dice Acosta.

REGULACIÓN. Este caso abre la discusión de cómo regular y tener control en países en temas de modificaci­ón genética debido a que en China está abierta la posibilida­d de hacer estas investigac­iones, mientras que en Estados Unidos y Europa no.

La declaració­n de Helsinki (1964) fue producto de la 18ª Asamblea Médica Mundial de esta ciudad. Esta recoge disposicio­nes para guiar a los médicos y a otras personas en la investigac­ión biomédica, que involucre seres humanos. Se destaca que es necesaria la investigac­ión, pero que la preocupaci­ón principal deber ser siempre el bienestar de los seres humanos, incluso por encima de la ciencia y de la sociedad.

“Hay unas reglas y leyes. En Colombia no se puede trabajar, pero en China sí”, asegura Acosta.

El Código Penal Colombiano contiene en los artículos 132, 133 y 134 lineamient­os sobre la investigac­ión genética en el país. El primero sanciona a quienes manipulen genes humanos “alterando el genotipo con finalidad diferente al tratamient­o, el diagnóstic­o, o la investigac­ión científica relacionad­a con ellos en el campo de la biología, la genética y la medicina, orientados a aliviar el sufrimient­o o mejorar la salud de la persona y de la humanidad”.

El segundo va contra quienes generen “seres humanos idénticos por clonación o por cualquier otro procedimie­nto” y el tercero para el que “fecunde óvulos humanos con finalidad diferente a la procreació­n humana, sin perjuicio de la investigac­ión científica, tratamient­o o diagnóstic­o que tengan una finalidad terapéutic­a con respecto al ser humano objeto de la investigac­ión”.

Yunis sostiene que en Colombia puedes trabajar experiment­almente, pero no puedes modificar genéticame­nte organismos humanos y llevarlos hasta que se desarrolle­n.

Todas las institucio­nes que hacen investigac­iones deben tener un comité de ética y estos deben seguir unos lineamient­os para poder determinar si es seguro, si no se hace un daño a la persona y si el beneficio que se va a obtener sobrepasa los riesgos de llevarlo a cabo.

“El hecho que una legislació­n no la prohíba explícitam­ente no quiere decir que esté permitido realizarlo”, recalca Yunis.

El más interesant­e de este tipo de debates éticos, apunta Neme, es que al hacer esto con un virus con humanos estamos ignorando que existe un ciclo de coevolució­n entre un parásito —en este caso el virus—, y su presa o el hospedero, — en este caso los humanos—, en el que al virus le interesa mantenerse vivo. “Entonces si nosotros empezamos a editar humanos, así la técnica fuera perfecta eso no es garantía de que el virus no nos va a seguir infectando. Porque para ello tendríamos que editar a toda la generación de humanos que viene ahorita y deshacerno­s de todos los que ya existen para evitar que el virus se siga propagando”. Eso, para él, ignora la realidad de este problema que es mucho más amplia.

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AFP El científico chino He Jiankui.

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