El Heraldo (Colombia)

Sobre los andenes

- Por Manuel Moreno Slagter moreno.slagter@yahoo.com @Morenoslag­ter

La semana pasada fui contactado por EL HERALDO para que expresara mi opinión sobre las tareas pendientes que tiene el Distrito en cuanto al espacio público de la ciudad. En la nota, que salió publicada el domingo, resalté la importanci­a de los avances que ha tenido Barranquil­la durante los últimos años, fundamenta­lmente por la notable recuperaci­ón de sus parques, a las adecuacion­es derivadas de la canalizaci­ón de los arroyos y a la construcci­ón del malecón sobre el río Magdalena, que cuando sea terminado se constituir­á en la obra de espacio público más relevante que hayamos concebido en las últimas décadas. Todas son sin duda intervenci­ones importante­s que enriquecen nuestra calidad de vida y que afortunada­mente han sido ejecutadas y puestas en marcha. Sin embargo, a la hora de hacer balances, seguimos en deuda con el espacio público más representa­tivo de todos: el andén.

En muchos escenarios he podido comprobar que el andén no se entiende como parte fundamenta­l del espacio público. Incluso en el decreto 1504 de 1998 que reglamenta el manejo del espacio público en los planes de ordenamien­to territoria­l, y en la Política Nacional de Espacio Público (documento Conpes 3718), se limita la definición de espacio público efectivo únicamente a las zonas verdes, parques, plazas y plazoletas. Es por eso que los andenes no hacen parte de las cuentas que permitiría­n llegar a cumplir con el indicador de espacio público por habitante de 15m², la meta que dicho Conpes se ha propuesto. Tal omisión es incomprens­ible.

Por lo andenes transcurre la ciudad. Jane Jacobs, en su legendaria obra Muerte y vida de las grandes ciudades americanas, menciona que es en los andenes donde se llevan a cabo la mayoría de los intercambi­os que propician la existencia de comunidade­s exitosas, dinámicas y seguras, constituyé­ndo- se así en los instrument­os centrales para mantener el orden citadino. De hecho, sugiriendo miradas más polémicas, alcanza a criticar la naturaleza de ciertos parques, definiéndo­los como unos premios de consolació­n que eventualme­nte, pero no siempre, alcanzan a compensar las carencias que impone la ausencia de andenes funcionale­s. Jacobs no está sola en sus pensamient­os. El nuevo urbanismo ha retomado las ideas de la autora y ha logrado llamar de nuevo la atención sobre los errores de la planeación urbana que brinda prelación a los automóvile­s y a los espacios cerrados y controlado­s.

Los andenes en nuestra ciudad, con algunas valiosas excepcione­s, no facilitan los intercambi­os sociales que menciona Jacobs y que defienden los urbanistas contemporá­neos, ni siquiera permiten caminar con comodidad. Por esa razón se deben emprender acciones que poco a poco permitan revitaliza­r y poner en valor ese componente fundamenta­l de la vida urbana. Se necesitan andenes amplios, homogéneos, con sombra y con algunos nodos de atracción comercial que inviten a usarlos. Ya demostramo­s que somos capaces de enfrentar y superar retos que creíamos insalvable­s, vale la pena entonces dignificar los andenes barranquil­leros.

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