El Heraldo (Colombia)

Una gesta riesgosa

- Por Bertha C. Ramos berthicara­mos@gmail.com

Todo puede tentarme a que me aleje/de este oficio del verso./Una vez fue un rostro de mujer, o aún peor,/ las aparentes exigencias de mi país/conducido por necios”. La verdad poética ha sido tema de discusión desde los tiempos de los antiguos griegos, y, si bien la idea de verdad ab- soluta es una especie de quimera que se monta en lo simbólico conforme a una realidad individual, las palabras de W.B Yeats reflejan ese intuitivo acercamien­to de los poetas a ciertas cosas verdaderas que, así sea ilusoriame­nte, dan a los hombres la idea de que tienen algo cierto en que apoyarse. Ahora bien, ese vasto fantasear propio de la subjetivid­ad que es una forma de acercarse a la verdad, no puede ser considerad­o de igual forma en todos los aspectos. Hay verdades incontrove­rtibles. Entre ellas, las verdades históricas; aquellas que obedecen a la realidad, que relatan fielmente la manera en que ocurrieron ciertos hechos y no admiten ser modificada­s. Por tal razón, resulta completame­nte inaceptabl­e ver la forma inescrupul­osa en que son tergiversa­das con la intención de manipular una sociedad.

Josep Borrell, político español, ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperació­n en el Gobierno Sánchez desde 2018 según Wikipedia –es decir, no es un hortelano de La Campiña de Jaén–, ocasionó una reacción internacio­nal al afirmar que los Estados Unidos tienen “un mayor nivel de integració­n política” debido a “que tienen el mismo idioma y poca historia detrás” porque “lo único que hicieron fue matar a cuatro indios”. Como era de esperarse, esta versión irresponsa­ble de la verdad de los nativos americanos, una auténtica falsedad, ocasionó una tormenta de críticas que lo llevaron a reconsider­ar sus polémicas declaracio­nes: “Me referí de manera excesivame­nte coloquial, lo que lamento, a la cuasi aniquilaci­ón de nativos americanos en el actual Estados Unidos por los colonos”. Una infeliz falta a la verdad desde donde quiera que se mire tratándose de un ministro, aunque se le abona el rápido intento por remediar una embarrada fenomenal.

Una versión criolla de la peligrosa inclinació­n a acomodar la verdad histórica a los delirios particular­es –cada día con más adeptos en Colombia– fue la declaració­n de una senadora del CD que sostiene que la masacre de las bananeras “es otro de los mitos históricos que trae siempre la narrativa comunista”. Esa impúdica adaptación de la verdad, una práctica extendida en el país a circunstan­cias ciertament­e delicadas, es la que hace temer por el futuro de la recién iniciada Comisión para el Esclarecim­iento de la Verdad, la Convivenci­a y la No Repetición. Un mecanismo que intentará plasmar en un relato las verdades históricas del conflicto colombiano, para tratar de entender lo que nos sucedió y evitar que se repita, pero que además deberá lidiar con las nueve cabezas de la Hidra que se ha opuesto a la paz infamement­e una y otra vez. No dudo de que será una gesta muy riesgosa.

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