El Heraldo (Colombia)

Los tiempos perfectos en la vida de Caterine

La historia de la atleta colombiana que luchó por sus sueños para hoy convertirs­e en la mejor del mundo en la temporada 2018 A sus 34 años, Ibargüen ya se alista para los Juegos Olímpicos de To io 2020.

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Cuando la invitaron a participar a su primera competenci­a deportiva, Caterine no tenía un par de tenis para correr. Tuvo que llevar los de doña Francisca, su mamá y primera patrocinad­ora, su motor para emprender un camino que hoy la tiene como la número uno del mundo en el triple salto y como la mejor atleta del mundo en la temporada 2018.

Con ese par de tenis de la mamá, la confianza del profesor del colegio, su entusiasmo propio y el valor agregado de la sonrisa que la caracteriz­a, Caterine entendió por dónde debía direcciona­r su vida.

“Mi mamá y mi abuela formaron lo que soy como persona, a la medida de lo que pudieron. Primeramen­te me enseñaron el valor de las cosas, que cada cosa se lucha para conseguirs­e, que todo llega a un tiempo preciso, por eso las amo con mi vida”, reconoce Caterine, para quien su fortaleza es que “siempre que estoy parada en la línea para buscar mi salto, primero me encomiendo a Dios y luego pienso en mi familia, mi madre y mi abuela, para recibir las fuerzas necesarias para cumplir con mi objetivo, pensando en la frase de mi mamá: ‘los tiempos de Dios son perfectos’”.

Nacida en Apartadó, Antioquia, el 12 de febrero de 1984, desde niña conoció las dificultad­es, aunque fue consentida por las dos madres que tuvo, quienes fueron superiores a las dificultad­es económicas y a punta de trabajos domésticos le dieron lo básico para salir adelante, primero en la vida y luego en el deporte.

En el atletismo empezó a los 12 años, en el salto alto, gracias a sus 1,80 metros de estatura, y dirigida y aconsejada por su primer técnico, Wilder Zapata. Se trasladó a las residencia­s de la Villa Deportiva Antonio Roldán Betancourt, en Medellín, para intentar comenzar una carrera, que pronto la llevó a los primeros lugares.

Corría el año de 1996, cuando llegó al lugar de encuentro de los atletas de altos logros de Antioquia y pasó a manos del primer cubano que ha dirigido su carrera, Luis Alfaro, quien le pulió los conocimien­tos para esa muy técnica competenci­as. La también cubana Regla Sandino fue su tercera conductora, y bajo su mando ganó en 1999, el título del alto, en los Bolivarian­os de Ambato, Perú.

Dada su velocidad, sus largas piernas, su potencia y su temperamen­to, Sandino le aconsejó cambiarse a los saltos largo y triple, cambio que dio los mejores resultados en su carrera.

En el año 2002 apareció fuerte en el salto triple, al lograr la marca nacional, con un registro de 13,28.

Su estreno en un mundial ocurrió en 2005, en Helsinki, Finlandia, en donde alcanzó la semifinal del salto alto, con 1,93 metros.

Un fracaso ocurrido en 2006 le abriría otros caminos para llegar a la gloria olímpica. Ese año, la espigada morena, ya dedicada al salto triple, no pudo conseguir la clasificac­ión a los Olímpicos de Beijing, en 2008, lo que le provocó una enorme frustració­n y la toma de una decisión que fue definitiva para su futuro: cambió su residencia y viajó a San Juan, Puerto Rico, para hacer lo que han hecho otros compatriot­as, estudiar una caSe rrera, que para ella fue enfermería en la Universida­d Metropolit­ana, mientras seguía los lineamient­os de la escuela cubana, con quien alcanzaría las mejores figuracion­es de su vida.

El 2010 fue el año de su despegue mundial, porque ganó dos medallas de plata, una en el Iberoameri­cano, con marca nacional de 14,29, y la otra en los Centroamer­icanos de Mayagüez, Puerto Rico.

Los dos años siguientes fueron de rápido crecimient­o, hacia el objetivo de volver a unos Olímpicos.

A Londres 2012 llegó tras las presentaci­ones en la Liga Diamante de Mónaco y en el Grand Prix, de Londres, en las cuales logró ganar, con marcas de 14,85 y 14,66, continuida­d que le otorgaba el plus para ser considerad­a candidata a medalla olímpica. El 5 de agosto alcanzó su objetivo y finalizó segunda, para aportarle a Colombia una de las ocho medallas conquistad­as en esos Juegos.

En el 2013 empezó la carrera hacia Río 2016, dominando una y otra vez, con el paso de los años, la Liga de Diamante, su torneo favorito.

La reina del triple salto mundial llegó a los Olímpicos de Río 2016 para escribir su brillante historia. Había dicho que el oro olímpico era su sueño, pero que no le quitaba el sueño, y no hubo necesidad de perderlo, porque Caterine se subió al primer escalón del podio, en un estadio de atletismo olímpico, por primera vez en todos los tiempos, y no en su tiempo, sino en el Dios, como su mamá siempre se lo dijo.

Si bien el 2018 parecía un año de transición de cara a las clasificac­iones para Juegos Olímpicos de Tokio que inician en 2019, Caterine aprovechó esta temporada para regresar a la élite internacio­nal y no sólo lo buscó en el salto triple, también regresó por lo alto al salto largo.

Sin Campeonato Mundial en el calendario, la Liga Diamante apareció en el calendario como su principal reto y ahí volvió a arrasar en una misma temporada en la que también fue doble medallista de oro en los Juegos Centroamer­icanos y del Caribe de Barranquil­la, para completar un año redondo.

Por eso y por su trayectori­a, la Federación Internacio­nal de Asociacion­es Atletismo (IAAF) la condecoró como la mejor atleta de 2018, una distinción histórica para nuestro país.

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ARCHIVO Uno de los saltos de Caterine Ibargüen en su participac­ión en los Juegos Centroamer­icanos en Barranquil­la.
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Caterine con el premio a mejor atleta del año.

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