El inmaduro y Maduro
Iván Duque es un buen muchacho. Se le nota decente y bien intencionado. Pero de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Haberlo lanzado al salto al vacío de la Presidencia por falta de adecuados cuadros políticos fue un error del Centro Democrático. Ojalá, por el bien del país, y no de la vanidosa arrogancia de un sector, logre enderezarse.
Ese es el típico talón de Aquiles de los movimientos mesiánicos y el de Álvaro Uribe es uno de ellos. Otros dos ejemplos colombianos de colectividades con un gran y absoluto líder –guardadas las proporciones– son los de Gaitán y Galán, como bien lo decía Jorge Eliécer: “Yo no soy un hombre, soy un pueblo”. Desaparecido el hombre, quedó perdido el movimiento; solo están los recuerdos y la voz aislada de su valerosa hija Gloria.
Volvamos a Duque, quien hoy cumple cuatro meses en el poder y con descalabros semanales por sus determinaciones. La premura del síndrome del niño precoz le está pasando su costosa factura. ¡Que rectifique pronto sus ligeras propuestas tributarias e inoportunos nombramientos o postulaciones para que por fin empiece a hacer un buen gobierno! Aún tiene la oportunidad de enderezar el camino.
A quien vemos inhabilitado mentalmente para darle un giro a su gestión es a Maduro, nuestro vecino venezolano, cuyas inapropiadas decisiones han producido esa dramática diáspora que tiene a millones de sus compatriotas en la miseria y a miles en los semáforos de otros países con la mano extendida. Todo lo que plantea el socialismo del hombre nuevo es la antítesis de lo que ocurre con nuestro hermano país. Pobreza, prostitución y hambre. No es el Karl Marx dream.
Recurrir a la figura de Simón Bolívar para ilustrar una columna es obligante en este caso. El sueño de nuestro Libertador fue La Gran Colombia, conformada por Colombia y Venezuela, un sueño truncado por razones diversas. Quienes hoy se desempeñan en los cargos más importantes de esas dos naciones dan traspiés y juegan al presidente. Sin ánimos regionalistas, el único que tiene posibilidad de retomar la senda es Duque, aunque se muestre en este momento inmaduro para enfrentar sus responsabilidades. Lo de Maduro es una tarea imposible. Cada discurso y cada palabra son más absurdas. Cada decisión económica es más torpe. Y la suerte no lo acompaña, mientras más aprieta el cinturón de su pueblo, menos rentabilidad tiene con el barril de petróleo, ahora rondando los 62 dólares. Cuba al menos tenía a la Unión Soviética.
Coletilla de velitas: Sin duda, el recuerdo de la infancia es lo que marca. La mano de la madre, el padre o la abuela despertándonos al amanecer para encender las velitas a la Virgen María es una imagen imborrable. Era de madrugada, no había que bañarse, ni ir al colegio. Luego vinieron las pilatunas y después las fiestas hasta el amanecer. Por eso el 8 de diciembre es una fecha entrañable para los barranquilleros, por el lúdico recuerdo de la infancia, sazonado con las notas de Las Cuatro Fiestas.