Jóvenes, resistan
En medio del desasosiego que genera un país que sigue perdido, que no piensa en las problemáticas sociales ni mucho menos en un futuro medianamente digno para todos, aparece una movilización que da esperanza. Los jóvenes colombianos llevan más de cincuenta días manifestándose. Exigen el derecho a la educación pública y de calidad. Resisten ante un gobierno que los ignora y no los tiene como prioridad. Su lucha podría ser el inicio del verdadero cambio.
Repetir que la educación es un derecho fundamental, que es la solución a las cadenas que nos condenan a la injusticia social y el único camino hacia el progreso, es una perogrullada tan evidente como la desigualdad que define la realidad nacional. Sin embargo, somos un país lleno de obviedades. Nos gusta repetir errores y estamos acomodados en esa indolencia que justifica lo inaceptable. Es tan así, que en lugar de apoyar a la juventud en su lucha por la educación pública y de calidad, la señalamos hasta deslegitimar su fin. A pesar de que han protestado pacíficamente y de manera organizada, los pocos disturbios que aparecen en las manifestaciones son más importantes que el objetivo de la lucha. Y les pregunto: ¿hasta cuándo las cortinas de humo? ¿Hasta cuándo van a negar los problemas de fondo del país? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que el establecimiento desdibuje lo relevante?
La violencia no se justifica en ningún caso. Si bien se han infiltrado vándalos en las manifestaciones, vándalos que podrían ser algunos civiles, algunos estudiantes o algunos miembros del mismo Estado, no es esta la realidad de la lucha ni mucho menos de la movilización. Es un pequeño suceso que trata de sabotear lo fundamental: el aumento al presupuesto de la educación pública. No del Icetex, no de ‘Ser Pilo Paga’ que ahora llaman ‘Generación E’, sino de la universidad pública. Los jóvenes se han organizado de manera ejemplar. Resisten y no desisten. Los titulares en los medios de comunicación deberían enfocarse en eso. Pero como somos el país de la distorsión de la realidad, entonces, las cortinas de humo se vuelven lo esencial.
La juventud que debería ser apoyada e incentivada a estudiar, aquí es perseguida y señalada. Se supone que el Esmad está para evitar disturbios y controlar situaciones que generan violencia. El tema es que no cumplen su labor y, en muchas ocasiones, son los generadores de odio y descontrol. En varias instancias, algunos de sus miembros han demostrado que no protegen a la ciudadanía. Es preocupante que quieran desfigurar una causa tan justa y necesaria.
Los estudiantes transformaron el destino de Francia en Mayo del 68. Exigir los derechos de los estudiantes, los trabajadores y la clase obrera movilizó a millones de franceses y europeos. Este hecho cambió el rumbo de la contemporaneidad en el mundo y abrió la puerta a una sociedad más justa y equitativa. Los estudiantes lograron un cambio que todavía trasciende. En Colombia, quieren hacernos creer que es improbable conseguirlo, pero los jóvenes colombianos están demostrando que es posible un futuro más digno para todos. Su lucha podría convertirse en el inicio del cambio. No existe fuerza más grande que una juventud motivada.
Ánimo, estudiantes colombianos. Resistan que el futuro está en sus manos.