Postales de México
Hace 84 años, cuando Lázaro Cárdenas asumió el gobierno de México, creyó que era un absurdo que la máxima autoridad de un país que había hecho una revolución gobernara desde un palacio. Entonces decidió abandonar el viejo castillo, construido a finales del siglo XVIII en el bosque de Chapultepec, desde donde despachó el emperador Maximiliano I y todos los presidentes de México desde 1884, y se mudó a Los Pinos, la que sería a partir de 1935 la residencia oficial de los gobernantes. Pero resultó que los presidentes que la habitaban se acostumbraron a reflejar sus caprichos en agregaciones arquitectónicas a la casa, y con el tiempo el lugar terminó siendo un palacio quizá más rimbombante que aquel castillo en el que Cárdenas no quiso vivir.
Solo los despistados no se fijan en los símbolos. Hace unos días, el pasado 1º de diciembre, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dijo que Los Pinos ya no sería la residencia oficial y que a partir de entonces pasaba a llamarse Complejo Cultural de Los Pinos, abierto a todos los mexicanos. Ese mismo día, más de 30 mil personas hicieron largas filas para entrar por primera vez a un espacio al que nunca tuvieron acceso. Dentro de estos visitantes estaban los Reyes, una familia pobre de Acapulco, Guerrero, que posó con su humildad evidente y con naturalidad absoluta en los opulentos rincones de la casa. Entre ellos se destacaba un niño que iba descalzo. No se sabe si se deshizo de los guaraches para sentir la frescura del reluciente piso de mármol, se aburrió de los zapatos nuevos que trataban de amansar sus pies cerreros y decidió quitárselos o simplemente llegó allí, sin ninguna clase de calzado. No lo sabemos. Tampoco sabemos cómo le irá a AMLO; no sabemos si lo dejarán gobernar, no sabemos si podrá aplicar todas las medidas que anunció en su comprometido discurso. Lo que sí sabemos es que algo empezó a cambiar si un niño descalzo puede corretear con asombrosa libertad por las escaleras de la lujosa casa que albergaba el poder, las mismas en la que hasta hace poco la ex primera dama posaba para las revistas de farándula.
AMLO lo sabe. Sabe que su determinación y la forma no convencional de posesionarse es una manera de arroparse con el aura histórica de Lázaro Cárdenas, el presidente que para los mexicanos puso en limpio los logros de la revolución. La foto de los Reyes me recordaron una postal de los años de esa Revolución: después de asumir el control de Ciudad de México, dos soldados zapatistas desayunan sin afanes en la barra de mármol de la lujosa cafetería Sanborn’s. Lo hacen con todo y sus aparejos y sus cicatrices de guerra y sus rostros curtidos por lejanías, sol y lluvias.
Solo los distraídos no se fijan en los símbolos. Hoy muchos mexicanos se aferran esperanzados a la imagen de un niño descalzo que pisa con naturalidad el mármol lujoso de una casa presidencial. Hace muchos años se aferraron a la de unos soldados de provincia que desayunaban en una cafetería que encarnaba el gusto del Porfiriato, el régimen que ellos acababan de mandar a la chingada.