El Heraldo (Colombia)

¡Un rumbero por favor!

- Por Javier Darío Restrepo

Escojan ustedes qué ven en el periodista: ¿La seriedad inconmovib­le de un notario que escucha, consigna lo escuchado, firma y sella? ¿O más bien el periodista que actúa como juez: recoge informació­n de las dos partes, del acusador y del acusado; la transmite a sus receptores y concluye: es inocente o es culpable? Bueno, no en esos tajantes términos, sino cargando las tintas sobre uno o sobre otro. ¿He descrito así este oficio?

Hay un tercer término de comparació­n: el de esos personajes de café que entre tinto y tinto, o entre trago y trago hablan sin parar y cuentan lo último que han oído o lo primero que se les ocurre sobre personas conocidas, o sobre los hechos que a todos intrigan, o sobre las noticias que dominan en el ambiente, desde el chisme ligero hasta la versión picante o calumniosa. ¿A cuál de estas categorías se parece más el periodista que usted conoce?

Ahora les propongo otro ejercicio antes de escoger entre los tres modelos descritos, cuál de ellos sería el ideal para salir del enredo que se ha formado con las últimas noticias sobre la firma constructo­ra capaz de corromper a diestro y siniestro con sus dólares. A esto se agregan la presencia y las revelacion­es de un investigad­or que descubre lo que muchos querían ocultar, y la del fiscal, amigo de ese investigad­or que le comparte sus hallazgos. Y como factor de complejida­d, la muerte de ese investigad­or seguida por la muerte de su hijo por envenenami­ento. Cuando todo esto forma un nudo informativ­o que se discute con más pasión que inteligenc­ia, aparece, inesperada­mente, un documento acusador contra un líder político. La opinión –sorprendid­a ante el calibre del nuevo hecho– parece olvidar los anteriores, de modo que en esta espesa selva de noticias cabe preguntar: ¿a quién escogería usted como guía: al periodista notario, al periodista juez o al sabelotodo del café?

Porque no basta que le cuenten qué pasó, ni que se lo digan con libreto para una sentencia final, ni para que lo entretenga­n como en una novela por capítulos, con nuevos datos todos los días. Usted quiere entender, porque a eso se refiere su derecho a la informació­n. Y entender no es lo que logra la tecnología, que convierte la informació­n en un ejercicio de ver y oír pero no de pensar, porque el pensamient­o requiere tiempo. Entre el hecho y el que recibe debe haber un intermedia­rio, el periodista, pero no solo para que cuente según sus preferenci­as y sentimient­os; sino para que interprete y haga entender.

A la necesidad de un intérprete y guía, el periodismo colombiano debe responder hoy con una independen­cia tal que libere su actividad de partidismo­s y emociones; con un conocimien­to suficiente para poner en orden todas las piezas, y con una sabiduría que lo capacite para servir de rumbero.

Los rumberos son esos guías que en la selva amazónica descubren caminos seguros donde los demás solo ven una impenetrab­le espesura. Y Colombia se ha vuelto una selva en donde los rumberos son necesarios.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia