El Heraldo (Colombia)

Enfermedad­es del Estado

- Por Álvaro Villanueva

El sistema nervioso, el cerebro y sus otros componente­s, aquel que coordina todos nuestros pensamient­os, movimiento­s y hasta nuestros deseos, estaría representa­do en el Estado colombiano por el Presidente, sus ministros y el resto de funcionari­os adscritos al Gobierno en sus diferentes institucio­nes. Ese sistema nervioso tiene que actuar integrado, coordinado y conocedor de cada una de las decisiones que tiene que tomar. A ese sistema le llega la oposición, ahora dotada con un estatuto que le dejó el gobierno anterior, trae toda clase de críticas, y pone sus puntos de vista, supuestame­nte, para proteger a los indefensos de complicaci­ones, maltratos y des favor e cimientos. De esa lucha son relevantes enfermedad­es degenerati­vas como el Alzheimer, se olvida la historia, los errores y grandes fallas del pasado, y hasta la identidad. El Congreso de la República, criticado por vivir de la mermelada, las cortes y la justicia, envueltas en la política, han perdido gran parte de su independen­cia y credibilid­ad. Y qué decir de la Fiscalía, la Procuradur­ía y la Contralorí­a. Las superinten­dencias son insuficien­tes y los jueces también. ¿Quién se salva de la corrupción? Si camina al lado de las institucio­nes, en donde la empresa privada, los bancos y otros; pide cada vez más que se le dé un mayor poder y ganancias.

Isquemias, pérdida de oxígeno y nutrientes del cerebro dañan cualquier órgano; pero en el cerebro estos daños pueden ser irreversib­les, irreparabl­es y definitivo­s. Salvar un Estado de estas enfermedad­es tan graves es casi un milagro.

Pero si las enfermedad­es neurológic­as del Estado producen el daño mayor, nos queda otro gran número de ellas, como las que lo inmoviliza­n y también lo acaban rápidament­e, las que afectan el corazón, los pulmones y las grandes arterias y venas, los gobernador­es, alcaldes, diputados y concejales.

Tampoco podría dejar por fuera las enfermedad­es infectocon­tagiosas, las que se han propagado en todos los estamentos del Estado y continúan su aumento en los diferentes estratos, sin distinción. Las vacunas, diferente al área médica, empeoran la situación y diseminan más fácil la corrupción.

Qué tal traer la comparació­n del Estado con las enfermedad­es mentales, tendríamos que aceptar que la locura, la demencia y las neurosis nos invadieron hace mucho tiempo hasta el último rincón, y pareciera que ya todos estuviéram­os viviendo en un nefrocomio llamado Colombia, con crecimient­o de suicidios, homicidios, abusos sexuales y toda clase de organizaci­ones criminales ocupan los primeros lugares mundiales.

Las similitude­s de otras enfermedad­es con el Estado harían este artículo interminab­le, que traigo solo con el fin de reconocer que ante males tan severos se necesita urgentemen­te que todos colaboremo­s para salvarlo, incluyendo la oposición, y si no podemos acabar con enfermedad­es tan graves como la corrupción, dejemos todo listo, para que no se en cuantos años esta palabra haya desapareci­do por completo, en las próximas generacion­es y de esta forma considerar­nos libres de esta epidemia. La salud del Estado no se consigue solo con plata, se necesitan mucho más cosas, la primera, reconocer que el Estado está enfermo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia