Enfermedades del Estado
El sistema nervioso, el cerebro y sus otros componentes, aquel que coordina todos nuestros pensamientos, movimientos y hasta nuestros deseos, estaría representado en el Estado colombiano por el Presidente, sus ministros y el resto de funcionarios adscritos al Gobierno en sus diferentes instituciones. Ese sistema nervioso tiene que actuar integrado, coordinado y conocedor de cada una de las decisiones que tiene que tomar. A ese sistema le llega la oposición, ahora dotada con un estatuto que le dejó el gobierno anterior, trae toda clase de críticas, y pone sus puntos de vista, supuestamente, para proteger a los indefensos de complicaciones, maltratos y des favor e cimientos. De esa lucha son relevantes enfermedades degenerativas como el Alzheimer, se olvida la historia, los errores y grandes fallas del pasado, y hasta la identidad. El Congreso de la República, criticado por vivir de la mermelada, las cortes y la justicia, envueltas en la política, han perdido gran parte de su independencia y credibilidad. Y qué decir de la Fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría. Las superintendencias son insuficientes y los jueces también. ¿Quién se salva de la corrupción? Si camina al lado de las instituciones, en donde la empresa privada, los bancos y otros; pide cada vez más que se le dé un mayor poder y ganancias.
Isquemias, pérdida de oxígeno y nutrientes del cerebro dañan cualquier órgano; pero en el cerebro estos daños pueden ser irreversibles, irreparables y definitivos. Salvar un Estado de estas enfermedades tan graves es casi un milagro.
Pero si las enfermedades neurológicas del Estado producen el daño mayor, nos queda otro gran número de ellas, como las que lo inmovilizan y también lo acaban rápidamente, las que afectan el corazón, los pulmones y las grandes arterias y venas, los gobernadores, alcaldes, diputados y concejales.
Tampoco podría dejar por fuera las enfermedades infectocontagiosas, las que se han propagado en todos los estamentos del Estado y continúan su aumento en los diferentes estratos, sin distinción. Las vacunas, diferente al área médica, empeoran la situación y diseminan más fácil la corrupción.
Qué tal traer la comparación del Estado con las enfermedades mentales, tendríamos que aceptar que la locura, la demencia y las neurosis nos invadieron hace mucho tiempo hasta el último rincón, y pareciera que ya todos estuviéramos viviendo en un nefrocomio llamado Colombia, con crecimiento de suicidios, homicidios, abusos sexuales y toda clase de organizaciones criminales ocupan los primeros lugares mundiales.
Las similitudes de otras enfermedades con el Estado harían este artículo interminable, que traigo solo con el fin de reconocer que ante males tan severos se necesita urgentemente que todos colaboremos para salvarlo, incluyendo la oposición, y si no podemos acabar con enfermedades tan graves como la corrupción, dejemos todo listo, para que no se en cuantos años esta palabra haya desaparecido por completo, en las próximas generaciones y de esta forma considerarnos libres de esta epidemia. La salud del Estado no se consigue solo con plata, se necesitan mucho más cosas, la primera, reconocer que el Estado está enfermo.