El Heraldo (Colombia)

Agua tibia para el puerto

Por tercera vez en menos de dos años, el alcalde de Barranquil­la declaró la calamidad pública, lo que le permitirá a la administra­ción gestionar con urgencia ante el Gobierno los recursos necesarios para solucionar los problemas del canal de acceso.

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Por tercera vez en menos de dos años, el alcalde de Barranquil­la declaró la calamidad pública, un recurso extraordin­ario que le permitirá a la administra­ción distrital gestionar con urgencia ante el gobierno central el capital necesario para solucionar los problemas relacionad­os con el calado de los barcos que llegan al puerto de la capital del Atlántico.

Esta vez, como en las anteriores, se trata del aumento de sedimentos que impide la entrada de barcos cuyo calado supere los 8 metros, situación que obligó a desviar, en lo que va corrido del año, a 24 embarcacio­nes hacia los puertos de Cartagena y Santa Marta, con las previsible­s pérdidas económicas que implicó desembarca­r 135 mil toneladas de mercancía en estos destinos alternativ­os. Se estima, además, que si la emergencia persiste, otros 25 barcos correrán la misma suerte en el último mes del año.

La declarator­ia de la Alcaldía es el primer paso para poder contratar a una empresa de dragado que se encargue de desalojar el exceso sedimentar­io en el canal de acceso al puerto y así normalizar el tráfico de embarcacio­nes sin ninguna restricció­n. Sin embargo, esta medida, la cual se ha repetido en el tiempo innumerabl­es veces, ha resultado ser un útil pero insuficien­te paño de agua tibia: teniendo en cuenta que el aumento de sedimentac­ión regresa con las épocas húmedas, expertos concuerdan en que los esfuerzos deben encaminars­e hacia encontrar una solución radical y permanente.

En efecto, dirigentes gremiales y especialis­tas en puertos consideran que se debe adquirir una draga propia y, además, aumentar la capacidad del canal hasta los 20 metros. Esa solución, que ha resultado utópica para muchos, es la más razonable, toda vez que el puerto de Barranquil­la es el más importante del Caribe, que por lo tanto genera millones de dólares de divisas para el país cada año, y que ve cómo su prestigio se deteriora cada vez que se hace visible su incapacida­d para enfrentar este tipo de emergencia­s ambientale­s. Decretar dos o tres emergencia­s ambientale­s por año, dragar el canal, normalizar la entrada y salida de barcos, tan solo para volver a repetir la misma secuencia de acciones una y otra vez, no parece ser una opción eficiente y seria para enfrentar dificultad­es que ya se sabe que van a aparecer. Garantizar la navegabili­dad permanente por el canal de acceso tiene que ser una prioridad de los dirigentes gremiales y políticos de la ciudad y del país, toda vez que el puerto de Barranquil­la no puede continuar siendo manejado como si fuera un muelle de pescadores.

Este es un asunto grave, con unas implicacio­nes financiera­s enormes para Barranquil­la y para Colombia, y eso debería bastar para que se pellizquen quienes tienen en sus manos la responsabi­lidad de encontrar una solución definitiva, en lugar de contentars­e con los paños de agua tibia de siempre.

Decretar dos o tres emergencia­s ambientale­s por año, dragar el canal, normalizar la entrada y salida de barcos, tan solo para volver a repetir la misma secuencia de acciones una y otra vez, no parece ser una opción eficiente y seria.

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