El Heraldo (Colombia)

El lenguaje inadecuado e impertinen­te

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

Por el lenguaje se conoce a la gente. Estamos inundados de dudosos slogans institucio­nales y publicitar­ios heredados de la jerga mafiosa criolla. Uno en particular: “El que la hace la paga”, una muestra de la falta de manejo de expresione­s adecuadas para referirse a la aplicación de la justicia. La frase tiene un significad­o de vendetta. De Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente.

La pedagoga Montessori no la aplicaría como referencia educaciona­l. En Colombia está vigente desde el 7 de agosto y la utiliza una respetable institució­n como es la Policía Nacional. Lo hace y la usa por directriz presidenci­al para informar sobre operativos con resultados positivos.

Podemos presumir que frases como esa, y alentadas por las fake news, han cobrado vidas. En Bogotá una turba enardecida linchó a un hombre acusándolo de abusador sexual. El abuso no fue cierto, pero el muerto sí. Tomar justicia por su propia mano no es novedoso, pero en el ambiente hay un tufillo justificad­or de que “El que la hace la paga”. Es probable que las 17 letras de ese “cocazo” sean considerad­as como un pasaporte para castigar a cualquier sospechoso.

¿Y qué tal “Pa’ las que sea”? Una alegoría a la disposició­n permanente para lo que se necesite. Puede ser tomada de la mejor manera en el sentido estrictame­nte laboral, pero en los últimos y convulsion­ados años es una referencia nefasta de “hacer una vuelta”, que en lenguaje llano de matones tiene terrorífic­os significad­os y dolorosos resultados.

Hay más: “Con todos los juguetes”, que es referente a ir preparado con todo. Le cabe perfecto el significad­o implícito cuando se trata de llevar todas las herramient­as o cuando la oferta comercial es completa. Pero esta frase ha encerrado mucho más que eso en los últimos tiempos.

¿Qué forman parte del lenguaje y cada quién la interpreta como quiere? Eso es cierto. Habría que aplicar PNL para establecer el impacto de esos slogans. Desde el inconscien­te genera miedo y no conscienci­a de lo hecho. Actúa desde el cerebro reptiliano, a partir de la superviven­cia del reptil: huye, ataca o se esconde. Es muy pobre la imaginació­n de los creativos al infectar el lenguaje corporativ­o con mensajes de doble interpreta­ción o impertinen­tes y no es lo más apropiado en un Estado de Derecho por todo el impacto ideológico que lleva implícito.

Es verdad que esas frases siempre han estado ahí y su uso por subgrupos al margen de la ley no las hace ilegales, pero la popularida­d dada por la delincuenc­ia a esas formas del lenguaje debe ser objeto de prevención de las institucio­nes y las empresas privadas. Pero, claro, cada quien es libre de usarlas si no se tipifican como apologétic­as en estricto sentido penal o si no envían mensajes subliminal­es a una sociedad proclive a la violencia. El riesgo está en que no es asertivo, conlleva a la contienda y a la venganza.

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