El Heraldo (Colombia)

Roma

- Por María Fernanda Matus MariaMatus­V maria.matus.v0@gmail.com

América Latina comparte costumbres, comportami­entos, historias. Esa ausencia de identidad. La clase media y alta tienen actitudes que se asemejan a lo largo del continente. Sus cotidianid­ades podrían ser espejo de esa desigualda­d que caracteriz­a la injusticia social de la región. Esa que define lo que somos y dejamos de ser. Por lo general, los hogares de las familias burguesas presentan dos universos paralelos. Esas dos caras de la moneda son la perfecta analogía de la realidad, mientras que la simpleza del día a día termina por convertirs­e en un relato constante. Alfonso Cuarón lo refleja en su más reciente película, Roma. Cuenta la historia de su vida, que a la final es la historia de miles de familias latinoamer­icanas.

Cuarón transforma la cotidianid­ad en una obra de arte. Los silencios, las tomas largas, el blanco y negro. México a finales de los sesenta. La sombra negra del PRI. Los agrícolas y campesinos que sufrieron las consecuenc­ias de una industrial­ización desmedida. La precisión al evocar ‘El Halconazo’ que apagó la vida de miles de estudiante­s. La falta de libertad de expresión. El robo de la identidad. Todo eso presente en una película que cuenta la historia de una familia de la clase media mexicana. En palabras del director: “Roma es una radiografí­a espiritual de mi familia. Con sus llagas y heridas”.

La protagonis­ta del film es Cleo, la empleada de la casa. Ella es la encargada de limpiar, cuidar a los niños, atender a los patrones, lavar las necesidade­s que hace el perro y sacarlo a pasear. También aguanta humillacio­nes y está ahogada en esa sumisión del pobre, sentir que el patrón es el amo. Cuarón se pone como personaje periférico, mientras que la vida monótona de Cloe es el eje de la trama. La patrona es madre de cuatro hijos. Su esposo la abandona y queda como cabeza de hogar. Ambas mujeres representa­n a miles de mujeres latinoamer­icanas. Sus vidas simbolizan desengaños, frustracio­nes, soledad y fuerza. De igual manera, se cruzan constantem­ente la desigualda­d y la indolencia. Sin embargo, ambas caras están a un paso del entendimie­nto, la reflexión y el amor.

“Es parte de esta relación tan perversa que tiene la burguesía con los trabajador­es domésticos. Es que por un lado lavan, cocinan, van de compras. Pero además de trabajar durísimo, lo que sería la definición de sus empleos, cubren los roles que deberían ser cubiertos por los padres, ¿sabes? Despiertan a los hijos, les dan de desayunar, los acuestan, van por ellos a la escuela. También es hermosa esa presencia. Pero, ¿por qué se necesita? Simplement­e porque hay una ausencia de los padres”, afirma Cuarón. Esta frase, en apariencia tan sencilla, describe las problemáti­cas de fondo de un continente que no ha sido capaz de combatir la injusticia social. Es un plano que se puede sacar en México o Colombia sin ninguna complejida­d.

Roma se estrenó ayer en Netflix. Más que una película, es una obra de arte. Sensible. Bella. Real. La cotidianid­ad en medio de un lienzo. Imperdible.

Para Dunia: Gracias por ser parte de mi familia, por dedicar tu vida a nosotras. Te amo y te amaré por siempre.

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