El Heraldo (Colombia)

Maribel, la “mamá iguana” del Parque Santander

La guardaparq­ue se encarga de alimentar a alrededor de cincuenta lagartos que viven en los árboles de este sitio del norte de la ciudad.

- Por Juan Camilo García

“No vivo con ellas, pero permanezco tanto tiempo a su lado que las cuido como si fueran mis hijas”.

Así se refiere Maribel Orozco al cariño y cuidado que le dedica a las iguanas que merodean el Parque Santander, en el norte de Barranquil­la.

La historia de esta barranquil­lera, que es una especie de “guardiana de las iguanas”, comenzó cuando le encomendar­on a labor de cuidar el parque, ubicado en la calle 64 con carrera 58.

Cuando empezó su trabajo en esta zona, notó que los animales le dañaban las plantas que día a día cuidaba.

“Me dicen la mamá iguana (risas). Yo llegué hace cuatro años a este parque y yo veía que había muchas iguanas que se comían las plantas, entonces yo me preocupaba porque me estaba dañando el trabajo. Un día se me ocurrió la idea de buscarles comida, frutas para ver si dejaban de comerse las matas”, recordó la mujer de 56 años.

La idea le funcionó y consiguió que el dueño de una frutera que queda a tres cuadras del parque le regalara diariament­e conchas de frutas, a la que se han acostumbra­do las iguanas.

“Ellas están familiariz­adas conmigo. Yo las llamo con un chiflido para darles la comida y bajan de los árboles”, indicó mientras alistaba las cáscaras de papaya. Aun cuando ella no puede pasar a recoger la bolsa de cáscaras de frutas, algunas personas se la acercan.

A pesar de que Maribel no tiene ningún estudio sobre estos animales, con el tiempo ha aprendido a conocerlos. “Sé que comen una sola vez al día, por lo general se bajan de los árboles a comer, se suben y no bajan más en todo el día. Normalment­e en los días nublados no bajan. También sé que son muy territoria­les y que en cada árbol hay un caporo más grande que no permite que otros se suban en ese mismo árbol”, agregó.

El cariño con las iguanas ha sido mutuo —cuenta Maribel— que en varias ocasiones han ido otras personas para intentar alimentarl­as como lo hace ella, pero han sido rechazados.

“Hace como dos semanas vino un muchacho que me vio alimentánd­olas y dijo que él también lo quería hacer. Se acercó a un caporo para darle una concha de guineo y este le respondió con un coletazo”, expresó.

Maribel reconoce que las iguanas solo la reconocen a ella cuando está vestida con su uniforme: una camiseta verde, jean, botas y una gorra verde. “Hay días que he venido a traerles comida con otra ropa distinta, pero no bajan”.

El cuidado con la alimentaci­ón no es la única preocupaci­ón de Maribel. Ella trata de estar pendiente de que algunas personas no le tiren piedras, almendras ni pepas de mango. Además trata de tener cuidado con las iguanas que se van hacia la calle para que los carros frenen.

“Ahora he estado teniendo algunos problemas porque han venido personas para llevarse iguanas y también buscando sus huevos, pero yo no dejo. Les digo que llamo a la Policía para que vayan presos”, agregó.

Cuando termina su jornada laboral, llega a su casa y les cuenta a sus hijos. “Ellos se ríen de las locuras mías. A veces me dicen molestándo­me que quiero más a las iguanas que a ellos (risas)”, dijo.

Hoy en día las iguanas se han convertido en uno de los atractivos del Parque Santander.

“Mucha gente viene y les toma fotos. He visto varios turistas que las ven y detienen los carros para ver cómo les doy comida y aprovechan para tomar fotos”, concluyó.

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RAFAEL POLO Iguanas merodeando el Parque Santander. Maribel alimenta con conchas de frutas a una iguana del Parque Santander, en el norte de Barranquil­la.
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Un caporo bajando de uno de los árboles del parque.
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