Hacerse los suecos
El deber moral de frenar a la extrema derecha ha llevado a dos grupos conservadores en Suecia a apoyar la formación de un gobierno socialdemócrata. ¿Se reproducirá este modelo para atajar el empuje ‘ultra’?
Hacerse el sueco es una vieja expresión que describe a quien finge ser tonto o despistado para desentenderse de un problema. Los expertos discrepan sobre su origen: algunos lo remontan a los intentos infructuosos de Napoleón de negociar con un diplomático sueco que simulaba no entender con el fin de no acceder a lo que el emperador francés le pedía.
En la política, hacerse el sueco es una práctica común para eludir responsabilidades, actitud acomodaticia que ha conducido, en no pocas ocasiones, a grandes catástrofes. En la entreguerra europea, por ejemplo, buena parte de la clase política se hizo la sueca mientras Hitler daba sus primeros pasos hacia el poder, y, cuando se quiso reaccionar, ya era demasiado tarde.
Por eso reconforta ver lo que está sucediendo en Suecia, donde dos partidos conservadores han decidido no hacerse los suecos ante el empuje del ultraderechista Demócratas Suecos (DS) y han anunciado su apoyo a la formación de un Gobierno encabezado por los socialdemócratas, partido más votado en las últimas elecciones. Las dos formaciones conservadoras han considerado que, más allá de las desavenencias con sus adversarios políticos, está en juego algo crucial par los demócratas: la amenaza real y creciente de organizaciones que no comulgan con el sistema, por más que formalmente pretendan alcanzar el poder respetando las reglas del juego. Por supuesto que el problema no se resuelve con un pacto entre partidos. Es más: muchas veces este tipo de alianzas, si no van acompañadas de acciones convincentes, lo único que consiguen es transmitir una imagen de temor cómplice y enardecer aun más a los enemigos del orden establecido.
Para establecer un verdadero cordón sanitario contra el auge de los extremismos, habrá que hacer algo más. En primer lugar, reconocer que el nuevo orden, dominado por una globalización financiera incontrolada, está dejando muchas víctimas y generando demasiada zozobra e incertidumbre en amplias capas de la población. El español Pedro Sánchez ha pedido a los conservadores de su país –PP y Ciudadanos– que tomen nota de los suecos y apoyen al Gobierno socialista en lugar de tejer alianzas con el partido ultraderechista Vox. Y el francés Macron ha hecho un llamado a la unidad ante el avance del lepenismo, que está sacando provecho de la agitación callejera creada por los ‘chalecos amarillos’.
En la actual coyuntura, es fundamental hacerse los suecos, pero no en el sentido tradicional de la expresión, sino en el contrario: emulando a los políticos del país nórdico que parecen haber entendido la gravedad de la situación. Pero, como dijimos, es solo el primer paso para afrontar el problema.
Por supuesto que el problema no se resuelve con un pacto entre partidos del establecimiento, a menos que vaya acompañado de acciones convincentes en favor del conjunto de los ciudadanos.