El Heraldo (Colombia)

Que nunca se repita

- Por José Consuegra B.

En cinco días se cumple un año del fatídico despertar que tuvimos los barranquil­leros en medio de las festividad­es pre carnestole­ndas, en donde todo era jolgorio, felicidad y entusiasmo por la llegada de los cuatro días oficiales de mandato del Rey Momo. Pero ese 27 de enero, muy temprano, un poderoso estruendo acabó con la calma y la animosidad fiestera, llenándono­s de pesadumbre y zozobra.

Un ataque terrorista con dos artefactos explosivos en la estación de Policía del barrio San José causó la muerte de cinco uniformado­s y le provocó lesiones a otros 40. Al día siguiente fue perpetrado otro atentado, esta vez en el CAI de Soledad 2000, en Soledad, con un saldo de siete policías heridos.

Fueron hechos sin precedente­s en nuestra amada Arenosa que, pese a no haber estado exenta del azote del conflicto armado, siempre se caracteriz­ó por su tranquilid­ad y convivenci­a pacífica. Este exabrupto de violencia se dio en la temporada en la que la gente está volcada al encuentro, al compartir, a la familiarid­ad, a la ruptura de las fronteras sociales y al gozo mancomunad­o en el marco de una tradición sesquicent­enaria que se inició en 1865 con la primera Lectura del Bando, que hoy la Unesco reconoce como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

Estos aciagos y tristes momentos los volvimos a vivir el pasado 17 de enero, cuando en Bogotá, en pleno corazón de la Escuela de Policía General Santander, sufrió un ataque terrorista con el tristement­e famoso método del carro bomba. Nada más deleznable que volver a ver esas dantescas imágenes de destrucció­n y la muerte de 21 personas.

Ese mensaje de terror y miedo que mandaron sus autores, tanto en Barranquil­la como en Bogotá, atribuidos al Eln, fue doblegado por una ciudadanía que se yergue alrededor de sus valores patriótico­s y sociales, que los defiende con valentía, haciéndole­s saber a los violentos que este es un país que lucha por lograr la paz. Esta pretensión de convivir de manera pacífica es, en buena parte, producto de que somos un territorio de regiones, construido alrededor del reconocimi­ento a la diversidad y que nos identifica­mos como necesarios y válidos para alcanzar la Colombia soñada. No podemos permitir que nefastos episodios como estos se repitan y que los partidario­s de la violencia sigan amedrentán­donos con el objeto de rendirnos ante sus presiones malsanas. Nuestra voz, al unísono, debe ser: queremos vivir en paz.

Tanto Barranquil­la como Colombia deben ser tierra pacífica, esa es la premisa que debemos defender a ultranza. La institucio­nalidad, el sector privado, los gremios, la academia y la sociedad entera protegerem­os lo que se logró construir, con tanto esfuerzo, con el acuerdo de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc.

No podemos ceder ante el terrorismo y debemos unirnos para impedir que continúen estas funestas acciones que atropellan y perturban en grado sumo nuestra sociedad, y crean desconcier­to general.

¡Basta de carros bomba!, ¡basta de acciones fratricida­s!, ¡basta de terrorismo!

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