Un mal de nunca acabar
Son 821 millones de personas las padecen de hambre y más de 150 millones de niños sufren retraso del crecimiento a causa de la desnutrición, lo que pone en peligro el objetivo de erradicar el hambre, según la OMS (Organización Mundial de la Salud). El hambre ha aumentado en los últimos tres años, volviendo a los niveles de hace una década. Este retroceso envía una señal clara de que hay que hacer más y de forma urgente si se pre- tende lograr el objetivo de Desarrollo Sostenible de alcanzar el Hambre Cero para el 2030.
Por otra parte, y de acuerdo con cifras del INS (Instituto Nacional de Salud) el año anterior en Colombia se registró un aumento del 30 % en el número de niños que murieron por hambre, lo que denota una preocupante situación. Los lugares donde más se evidencia son; La Guajira, Cesar y Magdalena siendo las zonas con mayores índices de desnutrición y de muertes a causa de esta.
Entre tanto, los entes de control e investigación del estado como la Fiscalía, Procuraduría y Contraloría le han hecho seguimiento a las escandalosas cifras de corrupción en los contratos de alimentación realizados a través del programa PAE en el departamento de La Guajira.
Además, en julio de 2016, la Corte Suprema de Justicia ordenó al Gobierno estructurar y ejecutar un plan para solucionar la problemática de desnutrición y salud de los niños indígenas de esta zona del país y en agosto de 2017 el Consejo de Estado solicitó tomar medidas de urgencia para salvaguardar la vida e integridad del pueblo wayuu.
Pero pareciera que las medidas que ejecutan, son lentas, pues los resultados no son muy notables.
Lo peor, es que no parece despertar la atención suficiente de las autoridades y mucho menos de la ciudadanía.
Lo que puedo inferir es que nos importara un bledo lo que ocurre en esta parte del país, tanto que nos brinda esta región en materia económica (gas, carbón) entre otros. Miguel A. Silvera Padilla maspadilla1994@hotmail.com