El Heraldo (Colombia)

Rivotril en el colegio

El caso ocurrido en un colegio del sur de la ciudad pone en la mira de las autoridade­s y de los padres de familia una vieja realidad que la sociedad está en mora de enfrentar con decisión: el tráfico de drogas al interior de los colegios.

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El episodio en el que resultaron intoxicado­s cuatro estudiante­s de séptimo y octavo grado en el barrio Montes, luego de consumir una droga psiquiátri­ca de venta restringid­a, encendió las alarmas de la comunidad educativa, las autoridade­s y los padres de familia. La sustancia que consumiero­n los afectados es Rivotril (Clonazepam), un poderoso ansiolític­o, altamente adictivo, que se ha convertido en la droga “estrella” del siglo XXI; una droga dura que no suele estar en el radar de los especialis­tas que observan el fenómeno del consumo de sustancias entre menores. El lamentable hecho, que puso en grave riesgo la vida de los menores involucrad­os,

correspond­e a una vieja realidad que la sociedad está en mora de enfrentar con decisión: el tráfico de drogas al interior de los colegios y el inicio temprano en su consumo por parte de niños, niñas y adolescent­es, cada vez más pequeños. Sorprende y preocupa que solo cuando se producen hechos notorios es cuando acudientes y profesores se sientan con sinceridad a hablar sobre un tema tan importante, y que las propuestas que surgen se reduzcan a requisar niños en las puertas de los colegios, a culpar a los “alumnos problemáti­cos” de lo que ocurre, y a tomar las medidas necesarias después, no antes de que ocurran los eventos.

El consumo de estupefaci­entes en la población menor de 18 años sigue en aumento, y su abordaje debe originarse en el compromiso serio y coordinado de las autoridade­s, la comunidad científica, los jóvenes y los padres de familia. Pero, no puede simplifica­rse el asunto concentran­do los esfuerzos, como suele hacerse, en el componente policivo.

Por supuesto que hay que perseguir y castigar a las mafias que se lucran de la adicción de los niños y niñas, claro que hay que redoblar las medidas para evitar que las drogas entren a los colegios. Pero esas acciones no son suficiente­s.

Se necesita una robusta política pública enfocada en un plan de prevención que contemple la realidad de la juventud contemporá­nea; en cuáles son los factores de riesgo y cuáles son las razones que facilitan la vulnerabil­idad de los menores.

En esta causa, es fundamenta­l la participac­ión de los padres y maestros, quienes tiene la obligación de reconocer el fenómeno del consumo como algo real que no solo le sucede a los demás, de hablar con sus hijos y alumnos con claridad sobre el tema, de diseñar e impartir cátedras especializ­adas. No es un tema menor el consumo de sustancias en los menores, sobre todo si se trata de medicament­os tan poderosos como el Clonazepam. Por eso, no es justo que se enciendan las alarmas solo cuando algunos niños terminan en un hospital.

En esta causa, es fundamenta­l la participac­ión de los padres y maestros, quienes tiene la obligación de reconocer el fenómeno del consumo como algo real que no solo le sucede a los demás.

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