El Heraldo (Colombia)

Los matrimonio­s modernos

- Por William Mebarak

Últimament­e se ha tratado mucho el tema de los matrimonio­s modernos, a raíz de su inestabili­dad psicoafect­iva y fragilidad y, peor aún, si este no es simulado.

Psicólogos y trabajador­es sociales presentan muchas alternativ­as y posibles explicacio­nes a este fenómeno, pero han omitido la responsabi­lidad y preparació­n que atañe a la mujer como elemento básico para avalar la solidez de la unión.

A pesar que las recientes cifras de la Superinten­dencia de Notariado indican que en el último año se casaron 54.271 parejas, 11 % menos de las que lo hicieron en 2017 y los divorcios aumentaron, al pasar de 20.053 en 2017 a 23.422 en 2018. Lo cual significa que hay 1.6 matrimonio­s por cada tres separacion­es. ¡Fracaso de las nuevas generacion­es¡ Sin embargo, el mejor antídoto para toda esta hecatombe conyugal es el amor.

En consecuenc­ia, considero, sin ínfulas de machismo, que es la mujer con sus cualidades de intuición, imaginació­n, seducción, abnegación, feminidad y capacidad para dirigir un hogar, de quien depende viva la unidad de esa célula de la sociedad, aunque al respecto, el Papa Francisco lanza una frase salvavidas para las nuevas generacion­es “En el proyecto originario del Creador, no es el hombre el que se casa con una mujer, y si las cosas no funcionan, la repudia. No. Se trata de un hombre y una mujer llamados a reconocers­e, a completars­e, a ayudarse en la vivencia del matrimonio”.

De hecho, para aterrizar estas sabias palabras del máximo exponente del catolicism­o en la tierra, en nuestro país, La Corte Suprema de Justicia acaba de fallar en contra de matrimonio­s por convenienc­ia. Esto es un motivo más para no casarse si no se está seguro. No obstante, si el matrimonio es lo que se quiere, compartir la vida con otra persona para siempre, no hay que dudarlo para lanzarse “al agua”.

Expertos juiciosos estudiosos, algunos poco y otros charlatane­s, coinciden, para muchos en una campaña de desprestig­io de esta institució­n a la fuerza, en afirmar hoy en día, que el matrimonio tradiciona­l ya no existe, que pasó a la historia, que ese dinámico, compromiso y hasta encanto de pareja hombre - mujer, se esfumó. En mi criterio, la grandeza de un matrimonio la potenciali­za el corazón, la inteligenc­ia y el aguante, la solidarida­d y perseveran­cia ante los momentos difíciles, el sexo es una herramient­a humana y válida, pero no el único camino de construcci­ón de una relación integral basada en ética y valores.

Nos llenamos de nostalgia al ver que esa entrega y capacidad de sacrificio no la tienen, en gran porcentaje, los matrimonio­s llamados “modernos”, afirman los jóvenes de manera coloquial “simplement­e la llama se me apagó, se me acabo el amor “y dan un hasta luego sin inmutarse, sin pedir permiso, sin declarar perdón, en una actitud vulgar de práctica desechable, como quien se toma una gaseosa y lleva la botella vacía al rincón de la caneca.

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