El Heraldo (Colombia)

El cine de la vida

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La semana pasada el cine colombiano vio partir a la eternidad a uno de sus más agudos contadores de historias. La ida de Luis Ospina, acelerada por un cáncer cruel, priva al país de una mirada particular y respetada que desde los años 70 del pasado siglo se posó sobre ciertas desnudeces de la realidad que aún hoy siguen impudorosa­s. Junto a Andrés Caicedo y Carlos Mayolo se convirtier­on en los más reconocido­s integrante­s del “Caliwood” que tanto bien le hizo a la cinematogr­afía nacional. Obras como “Agarrando Pueblo”, “La desazón suprema”, “Un tigre de papel”, “Soplo de vida”, y “Todo comenzó por el fin”; para citar apenas algunas entre documental­es y ficción, son referencia obligada para quienes pensamos que el cine es memoria e ilusión.

Más allá del devenir posterior de la tecnología, la imagen en movimiento se convirtió desde sus inicios en registro y memoria. Lo sembrado por el grupo de Cali germinaría pronto en una escuela de documental­istas de corte social y etnográfic­o que encontrarí­a en la Universida­d del Valle el soporte que hizo posible, entre otras cosas, la recordada serie “Rostros y Rastros”, con más de 200 documental­es producidos en 12 años al aire. Miradas de todo tipo confluyen para contar versiones de la vida. Al final, todo se resume en contar.

El “Caribe documental”, por supuesto, tiene mucho que contar y quien lo cuente. Desde los inicios pioneros de Floro Manco, pasando por el esfuerzo de quijotes como Jaime Muvdi Abufhele, la cámara de Juan de Biasse, la trilogía carnavaler­a de Jorge Ruíz Ardila, el genio total de álvaro Cepeda Samudio o los experiment­os de Luis Ernesto Arocha; para citar solo algunos y suplicando las disculpas de los que la frágil memoria no haga alarde, el Caribe ha estado allí. Y luego, con la irrupción del canal regional, el documental costeño encontró una pantalla privilegia­da para las historias de la región profunda alejada de los reflectore­s que apuntan a las “tres perlas”. Nombres como los de Julio y Aristides Charris, Vicky Vives, Ramiro Franco, Checho Berrocal, Livinstong Crawford, Hugo González, Alex Rendón, Juan Buelvas, Edgar Rey, Esmeralda Ariza, Ernesto McCausland, Roberto Flores, Alvaro Serje y decenas más por los que vuelvo a pedir disculpas, se encargaron de llenar las primeras páginas de un álbum siempre inacabado y ojalá inacabable.

Hoy el testigo lo recogen muchos jóvenes talentosos egresados de distintas escuelas en el Caribe, donde brilla con luz propia la Universida­d del Magdalena, y para quienes el expresarse con imágenes en movimiento es más fácil y posible. A todos en definitiva los unen las mismas pulsiones: Contar historias. Dejar evidencia del paso por el mundo. Compartir una versión.

“El documental es la vida”, decía el maestro Luis Ospina. Valga entonces la oportunida­d para recordarlo con cariño y respeto, y así mismo reconocer y agradecer el esfuerzo de quienes ayer y hoy siguen recorriend­o el Caribe y contando sus historias.

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Por Alfredo Sabbagh Fajardo

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