¿PARA QUÉ LA ONU?
La elección de Venezuela como miembro del Consejo de Derechos Humanos es mucho más que una derrota al Grupo de Lima: es una afrenta a quienes promueven la democracia en el mundo.
El funcionamiento de la Organización de Naciones Unidas (ONU) cuesta cerca de 3.000 millones de dólares al año. Una cifra astronómica, sin duda. Buena parte de ese presupuesto monumental se lo gasta la ONU en burocracia, en crear puestos innecesarios y en viajes de miles de sus funcionarios por el mundo para -casi siemprelavarle la cara a regímenes corruptos o abiertamente inmorales. Hoy sus burócratas están desesperados porque no tienen un peso para su sostenimiento. Ahora -angustiados- están pasando el sombrero para ver quiénes se conmueven y les dan plata, para que sigan viaticando por el mundo, justificando lo injustificable, como la violación sistemática de los Derechos Humanos y la persecución contra grupos opositores.
El primero en reaccionar ante la súplica económica de la ONU fue Estados Unidos, cuya chequera es la que más aporta para el sostenimiento del organismo internacional, pero que también empieza a mostrar “fatiga de metal”, por cuenta de sus multimillonarios desembolsos. “¡Hagan que todos los países miembros paguen. No solo Estados Unidos”, escribió en Twitter Donald Trump, cansado de que su país aporte el 22 por ciento del presupuesto que sostiene a la ONU.
Pero la difícil situación económica que atraviesa la ONU es también producto de su errático comportamiento y de la manera como pretende justificar los abusos de algunos de sus países miembros, como acaba de suceder con Venezuela.
En efecto, cuando un funcionario de las Naciones Unidas tiene el valor civil de denunciar un régimen déspota, atrabiliario, corrupto, narcotraficante y violador de Derechos Humanos, como ocurre con la Venezuela chavista de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, entonces los cómplices de dicha dictadura en el organismo internacional salen de forma masiva a respaldar todos y cada uno de sus abusos.
Eso es lo que acaba de suceder con la elección de Venezuela como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Se trata -¿alguien lo duda?- de una verdadera afrenta a todos los países demócratas del mundo, que todavía siguen creyendo en las bondades de la ONU como organismo independiente y garantista de los Derechos Humanos.
A los delegados de Naciones Unidas, cómplices de Maduro, Cabello y compañía, empezando por Cuba, poco o nada les importó el dramático informe que hace tan solo algunas semanas presentó la ex presidenta de Chile, Michelle Bachelet, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, sobre las violaciones y abusos cometidos por el régimen chavista en contra de sus opositores.
Tan poca importancia le dieron al desgarrador informe de Bachelet que el pasado jueves 17 de octubre eligieron a Venezuela como miembro del Consejo de Derechos Humanos, para suceder a Cuba, país que cedió su puesto a quien ha sido por décadas su mejor aliado político y su sostén económico en América Latina. Costa Rica -que aspiraba a ocupar ese cargo y que no tiene una sola mácula como país violador de Derechos Humanos- fue derrotada de manera estruendosa. El 17 de octubre quedará, pues, registrada como una de las fechas más vergonzosas en la historia reciente de la ONU. ¿Qué hacer con la ONU?