El Heraldo (Colombia)

Buen muerto

- Por Claudia Ayola @ayolaclaud­ia Ayolaclaud­ia1@gmail.com

Álvaro Uribe y su círculo más cercano ha desarrolla­do una campaña mediática en contra del Comité de Solidarida­d de Presos Políticos, una organizaci­ón social defensora de derechos humanos que trabaja el tema carcelario y la protección de los presos desde hace ya varias décadas. Y es que después de la indagatori­a del proceso que enfrenta en la Corte Suprema de Justicia, Uribe salió a agitar las banderas y a apuntar sus rifles contra la organizaci­ón por supuestame­nte darle dineros a Monsalve, el exparamili­tar que atestiguó en su contra.

Lo primero que hay que decir aquí es que Monsalve ya había hecho declaracio­nes en contra de Uribe cuando el Comité comenzó sus actuacione­s, y las comenzó porque la familia de Monsalve les solicitó apoyo porque tenían miedo de que los mataran. A Monsalve se le presentaro­n unos paramilita­res en su sitio de reclusión y le dijeron que si no se retractaba su familia corría peligro, le pusieron precio a su cabeza en prisión -unos 80 millones de pesos-, le hicieron un atentado y encontraro­n una sustancia tóxica en su celda. Mejor dicho al tipo lo iban a matar.

El Comité, como suele hacerlo en estos casos, activa un protocolo que inicialmen­te busca gestionar las medidas urgentes por parte de las entidades estatales como correspond­e, pero ante la inminencia de los riesgos, hace un estudio de seguridad y provee temporalme­nte unas medidas para proteger la vida mientras la institucio­nalidad actúa. Esto fue en 2011 y el Programa de Protección de Testigos de la Fiscalía solo respondió hasta 2012. En ese tiempo, sin la actuación del Comité, Monsalve estaría muerto.

Lo que no cuenta Uribe y sus allegados es que el tema ha estado ampliament­e revisado por la Corte Suprema, que en sentencia de febrero de 2018 señaló que el Comité actuó en el caso de Monsalve con total transparen­cia y de acuerdo al sentido misional de la organizaci­ón. Un con el agua hasta el cuello, saca el tema ahora como una medida desesperad­a para jugar con las pasiones de seguidores irracional­es.

Debemos agradecer, sin embargo, los buenos oficios del Comité de Solidarida­d de Presos Políticos. Gracias a esta organizaci­ón, Monsalve no resultó asesinado como sí han resultado una lista de testigos en contra de los caciques del uribismo.

Carlos Areiza, por ejemplo, fue una de las personas que declaró contra Uribe y luego advirtió sobre el peligro que corría su vida. La Corte ordenó redoblar sus medidas de seguridad, pero el testigo fue asesinado por dos sicarios. Areiza es el muerto al que Uribe hizo referencia desde su cuenta de Twitter como “Carlos Areiza era un bandido. Murió en su ley. Areiza es un buen muerto. Sino, que lo diga Cepeda”. Aquello, para algunos, sonó como una celebració­n. Era el testigo en su contra, lo vinculaba con paramilita­rismo. Eso no se vio bien, como tampoco se ve bien que Uribe parezca molesto con la organizaci­ón defensora de derechos humanos que generó las garantías de protección y seguridad para que no asesinaran a Monsalve. Cualquier malpensado podría creer que Uribe está molesto porque no le permitiero­n que Monsalve, al igual que Areiza, fuera ahora un buen muerto.

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