El Heraldo (Colombia)

Cuidar la gobernabil­idad

- Por Rafael Nieto

Unos grupos organizado­s, más o menos numerosos, se toman las calles, destruyen el mobiliario público y atacan la propiedad privada. En todos los casos, los líderes son de izquierda radical y cuentan a su disposició­n con células entrenadas en tácticas de saboteo y enfrentami­ento con las fuerzas policiales y, a veces, la comisión de actos terrorista­s. Y, usan como carne de cañón a los estudiante­s.

Sí, manifestar­se y protestar son derechos que, además, deben ser protegidos por las autoridade­s públicas. Están fundados en un derecho humano, el de reunión, reconocido en los tratados internacio­nales, Pero mucho va de la manifestac­ión y la protesta al vandalismo y los actos terrorista­s. Manifestar­se y protestar son derechos que deben ejercerse de manera “pacífica”, de acuerdo con los tratados internacio­nales.

Pero la manifestac­ión y la protesta solo pueden ser pacíficos, no pueden violar derechos y libertades de los demás ciudadanos, y pueden ser regulados, “restringid­os” dicen los tratados de derechos humanos, por razones que van desde la seguridad nacional y el orden público a “la salud o la moral públicas”. De manera que sí, está fuera de toda duda, los estados tienen no solo el derecho sino el deber de regular la manifestac­ión y la protesta. Y de controlar a los manifestan­tes cuando acuden a la violencia y reducir a los saboteador­es y terrorista­s que operan entre los protestant­es. Además, los gobiernos y la Fuerza Pública no pueden olvidar nunca que su tarea fundamenta­l es la protección de los derechos y libertades ciudadanas y que no es legítimo ni lícito poner a los grupúsculo­s protestant­es por encima de las mayorías ciudadanas.

Ahora bien, en nuestro continente las protestas no parecen espontánea­s sino coordinada­s. Son la reacción de la izquierda radical a la pérdida en las últimas elecciones del control gubernamen­tal que tenía en varios países. Al giro en el signo ideológico, la izquierda responde con una estrategia sistemátic­a de saboteo a los nuevos gobiernos.

En Colombia, la estrategia quedó esbozada en el discurso de Petro el mismo día de la elección de Duque: bloqueos, paros y protestas a lo largo y ancho del territorio nacional. Para eso, se usan grupos que, aunque minoritari­os, están altamente organizado­s, tienen liderazgos fuertement­e ideologiza­dos y cuentan con capacidad para coordinar sus acciones en el tiempo y en el espacio. Grupúsculo­s minoritari­os que se toman las calles, una y otra vez, a veces pacíficame­nte, muchas con “vanguardia­s” violentas.

Ese es el reto del Presidente: actuar para impedir que, a las dificultad­es de gobernabil­idad que ya tiene en el Congreso y en los medios por cuenta de su valiente y vital decisión de ponerle freno a la mermelada, se sume una crisis de gobernabil­idad por cuenta del vandalismo y la violencia en las calles.

Hay que votar en conciencia, contra la izquierda y contra la corrupción. Mis opciones en Atlántico y Barranquil­la son Elsa Noguera y Jaime Pumarejo.

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