El Heraldo (Colombia)

Un río de libros

- PorJavier Ortiz Cassiani

Aveces, uno tiene el privilegio que tuvo Raúl Gómez Jattin de amanecer en el valle del río Sinú. A veces, uno tiene la oportunida­d de asistir a una feria de la lectura encaramado en un planchón por el río observado desde la orilla por iguanas confianzud­as. A veces, a los que no somos de este universo de mangos, garzas, barraquete­s y bocachico, la vida nos da unos días para confirmar lo que ya sabíamos: que en esta tierra hay formas de estar más allá del terror y del control que impusieron ejércitos privados y de la algazara de gamonales y políticos en su comparsa de corrupción.

Desde el año 2016 Montería realiza Un río de libros, una Feria de la Lectura que ya va por su cuarta versión y que sería una verdadera pena que no continúe. Esta feria, por la manera en que ha sido concebida y la comunión y el interés que genera en toda la ciudadanía, debería ser parte del proyecto de ciudad a largo plazo. Y lo más lógica sería que fuera incorporad­a a todos los programas de gobierno de las futuras administra­ciones políticas.

Quizá lo más importante del evento es que se realiza en Montería y no en Barranquil­la o en Cartagena, ciudades que tradiciona­lmente ha ejercido la hegemonía de los programas artísticos y culturales del Caribe colombiano. Quizá también porque hasta hace poco, la única feria que se realizaba en Montería era una dedicada a las vacas, de modo que tiene un carácter de novedad y ofrece la oportunida­d inédita –como en efecto lo está haciendo– de inaugurar la tradición de un certamen en el que la ciudad se siente verdaderam­ente incluida.

En Montería he visto a gente humilde llegar de pueblos y veredas a escuchar con atención a quienes se presentan en la feria. He visto a escolares en tropel llenar los auditorios para hacer las preguntas necesarias; los he visto correteand­o una foto y abordando a los expositore­s con confianza y desparpajo adolescent­e. He visto a escritores y escritoras bajarse de los egos en que suelen galopar y sonrojarse con las carteleras y las representa­ciones que de los personajes de sus obras hacen los estudiante­s en los colegios públicos de la ciudad que visitan. Pero sobre todo, los he visto salir de esas experienci­as olorosas a lápiz, borrador y merienda escolar, provistos del combustibl­e para seguir afrontando con más bríos su compromiso literario.

Montería ofrece un escenario envidiable de modo que lo que indica la sensatez y el compromiso ciudadano es que la feria debe continuar. Un río de libros debe estar por encima de cualquier mezquindad política. Su gente y la región la merecen. El próximo año, para octubre, estiraremo­s el cuello para ganarle unos metros de visibilida­d a los meandros del río Sinú, y esperaremo­s, otra vez, la barcaza repleta de historias, de escritores y escritoras, entonces renovaremo­s de nuevo la esperanza y defenderem­os, con la gracia de la cultura, las maneras nobles de habitar estas tierras.

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