El Heraldo (Colombia)

Después de 43 años, Elizabeth pudo escuchar por primera vez

Esta mujer de Galapa, una de las beneficiar­ias de los audífonos entregados por una fundación, manifestó que le cambió la vida y que vive un nuevo comienzo.

- Por Salomón Asmar

Los ojos de Elizabeth Amarís se llenaron de lágrimas unos pocos segundos después que lo hicieron los de Walco, su esposo. Sentados en dos sillas de plástico, a un lado de su pequeño taller de costura, recordaron todo lo que han aprendido en estos 24 años de matrimonio. Ambos, oriundos de Galapa, municipio en el que hoy en día residen, recibieron hace una semana la noticia más emotiva de su vida. Elizabeth, a sus 43 años, iba a poder escuchar por primera vez.

Elizabeth está enamorada de los sonidos, de todos ellos, que entran como melodías inciertas a través de su audífono transparen­te. El dispositiv­o está dentro de un oído que nació sin saber escuchar, sin conocer lo que es un grito o un susurro; sin conocer una canción.

Cuando alguien la saluda, Elizabeth mira directo a los ojos. Expectante, como un niño que prueba un dulce por primera vez, no se da cuenta que sus pupilas le brillan de la emoción. Es una mujer sonriente, a pesar de que por tantos años no pudo deleitarse con el sonido de una carcajada. Es una madre cariñosa, y eso que nunca pudo decirle un te amo a sus hijos.

Dicen que quien pierde un sentido termina por afilar el resto. Sea la vista, el tacto o el oído, la tradición oral dicta que, cuando no se tiene uno, los otros se afinan y ganan mayor potencia. Por eso, cuando de criar a sus dos hijos se trata, no hay mirada más diciente que la de Elizabeth, quien educó a sus pequeños a base de lenguaje no verbal.

En su casa no se escuchan gritos ni cualquier tipo de algarabía. Los Hernández, que viven en una pequeña casa amarilla, han desarrolla­do -incluso- formas de demostrars­e amor sin dirigirse la palabra.

Hace una semana, la vida le cambió a Elizabeth. Un convenio entre la gerencia de Capital Social del Atlántico y Starkey Hearing hizo posible que ella, junto a otros jóvenes, adultos y ancianos de los 22 municipios del Atlántico, pudieran escuchar por primera vez. En total, mil audífonos fueron donados sin ningún costo por la fundación, que -dijo Walco Hernández y su esposa Elizabeth- les abrieron las puertas a “un nuevo mundo”.

Lloroso, Walco cuenta que no hay satisfacci­ón más grande que su esposa le reconozca la voz. El solo hablarle -dice-, y que ella pueda entender que es con ella, ha marcado una revolución en su estilo de vida. Si su esposo le dice algo ella lo mira, algo que no había pasado desde que se conocieron. Elizabeth nació con su discapacid­ad auditiva y, a sus 43 años, está viviendo una luna de miel.

“Es un nuevo comienzo para nosotros. Ella antes solo podía escuchar sonidos muy fuertes, pero ahora nos reconoce la voz a mí y a nuestros dos hijos. Mi esposa, Elizabeth, nunca quiso aprender el lenguaje de señas, a pesar de que muchas veces nos invitaran a talleres. Ella decía que no quería sentirse diferente a los demás, por lo que aprendió a leer los labios”, contó Walco, su esposo.

Para sus hijos, Elizabeth es una mamá ejemplar. Si les quería indicar algo, les señalaba con los ojos; lo mismo que si los iba a corregir. “Ella es un ejemplo para nosotros, al igual que para todas las personas que la conocen. A pesar de su discapacid­ad ella nunca se sintió menos y nos crió como lo haría cualquier mamá del mundo” , dijo Shelderly, su hija.

El hecho de que su mamá tuviera discapacid­ad auditiva nunca fue un problema para Shelderly, de 23 años Ella, sonriente, confesó que le tomó varios años de su niñez entender que -a diferencia de las madres de sus compañeros­la suya no podía hablar ni escuchar lo que ella le decía. “Ahora cuando le hablamos ella empieza a reconocer sonidos y nuestras voces. Estamos muy emocionado­s”, agregó.

Pero como Elizabeth hay otras 45 personas con discapacid­ad auditiva, de las cuales solo 39 pudieron recibir los audífonos. Los otros cinco, según explicó Erika Blanco, enlace de discapacid­ad de Galapa, no pudieron asistir a la jornada en Barranquil­la. Aún así, viendo los resultados, la funcionari­a se mostró muy contenta con los avances en torno a la atención a esta población. En el Atlántico, según cifras del Dane, hay 3.385 personas con esta discapacid­ad.

“Fue una jornada muy exitosa, pero todavía queda mucho por trabajar en los municipios del Atlántico. Lastimosam­ente esas cinco personas no pudieron asistir, pero estamos programand­o cómo hacer para que ellos también reciban sus audífonos”, explicó Erika, quien lleva 20 años trabajando junto a personas con discapacid­ad en Galapa.

CARENCIAS. Pero en la actualidad -indicó Erika Blanco- necesitan con urgencia la caracteriz­ación de la población con discapacid­ad en Galapa, pues, hasta el momento, “no conocen con exactitud cuántas personas son”. Para la funcionari­a, se necesita conocer cómo es el diario vivir de las personas con discapacid­ad y cuales son sus condicione­s reales, para así elaborar estrategia­s que permitan acceder a ellos y ayudarlos con mayor precisión.

“La problemáti­ca va desde la focalizaci­ón hasta la escolarida­d, pues las institucio­nes educativas no cuentan con las herramient­as necesarias para brindarle atención a las personas con discapacid­ad. Encontramo­s muchas barreras físicas y arquitectó­nicas que impiden el libre desarrollo de esta población, sumado a que no se ha implementa­do una metodologí­a escolar también apta para ellos. No queremos que los niños con discapacid­ad terminen siendo un mueble dentro de las institucio­nes”, denunció.

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HANSEL VÁSQUEZ Elizabeth Amarís en su taller, en donde teje prendas de carnaval y otros arreglos
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Elizabeth, Walco Herández y sus dos hijos.

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