Un disfraz a la inocencia
Hoy, hay fiestas de Halloween o noche de brujas, que comenzó inocentemente con los niños, pero que ha trascendido también en los adultos; en discotecas, en bares, en clubes, en hoteles, promociones en centros comerciales, decoraciones con calabazas en almacenes de ropa, ventas de disfraces terroríficos en supermercados y demás sectores de la actividad mercantil. Halloween, es un día de fiesta disfrazado y si le quitamos la máscara encontraremos cosas difíciles de creer en cuanto a diversión sana se refiere, ya que la noche de brujas está relacionada con un mundo escondido, oscuridad, engaños, ritos paganos, satanismo, muerte y cierta forma de terror. Sin embargo, sea por ignorancia o por amor a la tradición, seguimos tomando parte de sus actividades, excusándonos al decir que solo lo hacemos para pasar un rato agradable y que de todos modos los niños no saben la diferencia. El deseo de pasarla bien y la contagiosa invitación social, a menudo se oponen a un conocimiento cristiano que como adultos sí estamos en condición de discernir.
Pero, no se quiere con esta apreciación aguar la fiesta, solo se pretende mostrar, sin agüero alguno, el verdadero “aguaje” de esta celebración en sus orígenes y lo que ha venido representando todo este tiempo como un disfraz acomodado a la inocencia. Roque Filomena