El Heraldo (Colombia)

Tolerancia o intoleranc­ia

- Por Fernando Giraldo* fernando_giraldo_garcia@yahoo.com *Politólogo

Electricar­ibe es expresión de la tolerancia con lo intolerabl­e. En Electricar­ibe confluyen lo público con lo privado y la política contra los ciudadanos. El gobierno acaba de anunciar que la “solución” de las dificultad­es de Electricar­ibe se aplaza una vez más para el próximo año, a pesar de que el Estado ya ha invertido más de un billón de pesos en la intervenci­ón, sin que ello haya significad­o una mejora en el servicio.

Los colombiano­s nos repetimos una y otra vez que nuestros problemas y nuestras crisis se debe naque somos intolerant­es. A contracorr­iente pienso lo contrario: Hemos sido excesivame­nte tolerantes con aquello que nunca hemos debido tolerar. Electricar­ibe es la expresión de lo tolerante que es la región Caribe frente a la clase política, a la nación y al Estado indolente y a un gobierno incompeten­te, impotente y distante como para resolver las enormes dificultad­es sociales que nos aquejan por esa calamidad que se llama Electricar­ibe.

Está claro que este tema es uno de nuestros numerosos problemas, por supuesto que hay otros; pero este refleja flagrantem­ente uno de los más graves en nuestra Región. Para suerte de quienes han sido los principale­s responsabl­es, nuestra población y nuestras institucio­nes perdonan, olvidan, archivan y toleran con facilidad. La desidia con que se tramita la solución de las dificultad­es por el mal servicio de energía es la muestra viva de lo que representa Electricar­ibe para la nación, para esta maltrecha clase dirigente regional y nacional y para los decisores públicos y privados. Esto es el reflejo de una incomprens­ible falta de respeto a los ciudadanos, de confianza desmedida en la corrupción, de incapacida­d reflejada en la ausencia de control sobre lo público, de ineficacia de la justicia y de una desproporc­ionada negligenci­a y abandono de los políticos para resolver un asunto tantas veces aplazado. Ni siquiera se sabe cómo tramitar o entender esto.

Pero cómo resolver un problema que no entendemos, cuando los gobernante­s, los partidos, los dirigentes políticos y el empresaria­do guarda un silencio costoso para las economías particular­es que pagamos todos. Cuando la dirigencia regional y nacional se pronuncia es por pura formalidad, pero nadie quiere asumir el riesgo y costo de promover una postura vehemente y suficiente­mente pertinente para presionar la solución del mismo.

Electricar­ibe es la expresión de la desidia, de un silencio y un olvido cómplice con la corrupción y la ineficienc­ia. Creemos torpemente que el problema es de plata. Algún día saldremos esto; y eso será cuando se les arrebate a los responsabl­es del problema la solución que no han podido o no quieren encontrar. Saldremos de este empantanam­iento cuando los agentes públicos y políticos indolentes asuman la misión de estar al servicio de los ciudadanos y de lo público. Mientras tanto el problema de Electricar­ibe es como los tiempos de Pompeya, hasta siempre: por el momento no se avizora un fin; pero alguien tendrá que responder o corremos el riesgo de pagar caro. Estamos advertidos.

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