Finaliza una década
Está muy próximo el final de la segunda década del siglo XXI. En menos de 60 días estaremos ruidosamente despidiendo los diez años que a mi modo de ver han sido los más disruptivos que he vivido. Sustentaré a continuación mi convicción desde tres ámbitos: social, tecnológico y político. Por cuestión de espacio me limitaré a citar unas pocas transformaciones, dejando por supuesto la lista abierta para ser enriquecida por ustedes si comparten mi valoración.
En lo social, Facebook, con sus más de 2.000 millones de usuarios activos por mes, sigue siendo la plataforma más popular, seguida de cerca por Youtube, Whatsapp, Wechat e Instagram. Cifras recientes del informe global digital muestran que aproximadamente el 46% de la población mundial es usuaria de estas redes, porcentaje que en 2010 no superaba el 5%. Para muchos de nosotros es una verdad incuestionable que estas nuevas formas de interacción social nos acercaron a quienes están lejos físicamente, y nos alejaron de los que tenemos cerca. Comunicarnos, usando estas herramientas, relegó el contacto personal ante el virtual, permitiéndonos además hacer cosas de las que nos avergonzaríamos hasta hace unos años; por ejemplo, difundir información sin confirmar que denigra a personas no afines a nuestras preferencias políticas o religiosas.
En lo tecnológico, una compañía creada en el siglo pasado, Netflix, inició en 2011 operaciones por fuera de los Estados Unidos y Canadá. Esta decisión administrativa se apoyó en la implementación de un algoritmo que permitía, basado en las series y películas que habíamos visto, organizar los nuevos contenidos que nos serían ofertados. Con la información que la empresa recogía y procesaba de nosotros empezó a ser posible predecir con alto grado de certeza a qué hora del dia, o qué día de la semana nos debería llegar la notificación de una nueva película del director o actor que el sistema había aprendido nos gustaría ver. Desde entonces las compañías de comercio electrónico y las campañas políticas usan estas herramientas para “construir” nuestra realidad e inducir nuestro consumo. Se calcula que Netflix hoy ocupa el 25% de la capacidad de banda ancha del planeta en un año: imaginen el gran poder que la empresa tiene en “crear” una idea de sociedad con series como House of cards, El mecanismo o Nada es privado.
En lo político, el irrespeto a las instituciones y a las personas que ostentan el poder se convirtió en moda durante esta década. Reposarán en los libros de historia los insultos soeces carentes de fundamentación argumentativa lanzados por dirigentes políticos nacionales e internacionales en contra de los que ellos habían materializado como amenaza para sus adeptos. La dignidad de un cargo dejó de ser usada para respetar la dignidad propia, y palabras como traidor, delincuente, corrupta o perdedora, llenaron las primeras páginas de periódicos y fueron tendencia de redes y medios de comunicación alrededor del mundo.
Las anteriores transformaciones sucedieron sin que notáramos que estaban sucediendo. Ellas modificaron de modo dramático la forma en que nos comportamos cuando interactuamos con nuestros semejantes, nos divertimos o decidimos el futuro de nuestros países. En mi opinión, aún no hemos logrado adaptarnos totalmente a su presencia. Nos movimos muy rápidamente del extremo racional al emocional en la toma de decisiones, lo cual en términos sociales y políticos se evidencia con la expansión del populismo por el planeta.