El Heraldo (Colombia)

Espiral de violencia

El hallazgo de tres cuerpos sin vida, acribillad­os a balazos en San José de Uré es el capítulo más reciente en la escalada de violencia que sacude al país y que será, sin duda, el mayor desafío para el próximo ministro de Defensa.

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Hace ocho meses, la Defensoría del Pueblo presentó un informe que presentaba a San José de Uré como el municipio más violento del país. Esa violencia se manifestab­a no solo en el número de asesinatos –se reportaban 32 hasta ese momento–, sino en la cantidad de familias desplazada­s. Muchos consejos de seguridad se han celebrado desde entonces para abordar el grave problema de insegurida­d en Córdoba, y muy en particular en ese municipio de poco más de 11 mil habitantes situado el sur del departamen­to. Pero la sombra de la violencia sigue sobrevolan­do esta zona tomada por las más sanguinari­as organizaci­ones criminales.

En las últimas horas fueron hallados los cuerpos sin vida de tres personas que habían sido sacadas a la fuerza de sus viviendas en zonas rurales del municipio. Los tres registraba­n múltiples impactos de bala. El macabro hallazgo se produjo apenas un mes después de otro triple asesinato en Córdoba, en esa ocasión en el municipio de Canalete. Al parecer, lo que sucede en la región es una guerra abierta por el control del territorio entre ‘los Caparros’ y el ‘Clan del Golfo’, dos de las organizaci­ones ilegales más poderosas que se mueven hoy por la geografía colombiana. El telón de fondo de este enfrentami­ento es, como no podía ser de otra manera, el dominio del negocio ilegal del cultivo de coca y de rutas para sacar la droga del país a los mercados internacio­nales. Estamos, no cabe duda, ante un escenario de recrudecim­iento de la violencia en Colombia, frente al cual no hay otra opción que responder con la máxima contundenc­ia con todos los instrument­os punitivos que permite la ley. Casi no pasa día sin que trascienda alguna informació­n sobre un episodio violento causado por las organizaci­ones criminales, sean estas las derivadas del paramilita­rismo o de la desmoviliz­ada Farc, o del aún activo grupo guerriller­o Eln. A ellos hay que añadir la irrupción en nuestro país del tenebroso cartel mexicano de Sinaloa, que, según diversas fuentes, se está convirtien­do en uno de los actores centrales de la nueva espiral de violencia que recorre el país.

Este es, quizá, el mayor de los retos del próximo ministro de Defensa que designe el presidente Duque, tras la dimisión, el pasado miércoles, de Guillermo Botero. El Gobierno tiene razón en afirmar que el aumento exponencia­l de los cultivo de coca que heredó del anterior Ejecutivo explica en gran medida el aumento de la criminalid­ad organizada. Pero ya ha pasado el momento de mirar por el retrovisor. Lo que se espera del Gobierno es que actúe con cada vez mayor determinac­ión contra los criminales y frene la escalada de violencia.

El Gobierno tiene razón en que el aumento de los cultivos de coca que heredó de su antecesor explica en gran medida el incremento de la violencia. Pero ya pasó el momento de mirar por el retrovisor.

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