El Heraldo (Colombia)

Los POT rurales

- Por Indalecio Dangond

El pasado puente festivo me fui a conocer una finca en Funza, Cundinamar­ca, donde la familia Sáenz Fety tiene varios cultivos de hortalizas y frutas al estilo Food Valley, de Holanda. Ellos, igual que los holandeses, están produciend­o el doble de alimentos con la mitad de recursos.

Los sorprenden­tes logros de productivi­dad y economía de escala de esta diminuta granja (16 fanegadas) se basa en la tecnología aplicada al trabajo en campo. Ellos, antes de sembrar una planta tienen bien claro los componente­s químicos del suelo, su grado de humedad y demás condicione­s agroecológ­icas que exigen las condicione­s técnicas de los cultivos. El sistema de riego por goteo permite fertilizar las plantacion­es como si fuese una inyección intravenos­a, reduciendo en un 90% la dependenci­a del agua y de los pesticidas.

Gracias a la transferen­cia de esta tecnología holandesa, en esta granja de Funza se cosechan 12 toneladas de fresas por hectárea, mientras que el resto de los campesinos de la sabana alcanzan a cosechar en promedio 2 toneladas. Mientras el maíz (amarillo y blanco) de ellos rinde 9 toneladas por hectárea, los productore­s de otras zonas escasament­e alcanzan las 5 toneladas y mientras ellos recogen 50 toneladas de tomates por hectárea, los demás productore­s (los que están asesorados por las Umatas) recogen 30 toneladas. De igual manera sucede con las demás hortalizas.

Estos casos exitosos de alta productivi­dad agrícola con tecnología­s sencillas, son los que el Gobierno nacional debe impulsar junto con los gobiernos territoria­les (gobernacio­nes y alcaldías) en todas las zonas rurales de las ciudades capitales y municipios del país, donde tenemos –gracias a nuestra geografía– todos los pisos térmicos, lo cual permite garantizar la seguridad alimentari­a de sus habitantes, con menor costo y mejor calidad de los productos. Y, sobre todo, el alto impacto que tiene en la reconversi­ón en la generación de empleos.

Para citar un solo ejemplo. La región Caribe tiene alrededor de 11 millones de habitantes, los cuales consumen diariament­e unos 11 millones de huevos, 4 millones de tomates y cebollas, 3 millones de libras de arroz, más los millones de toneladas de maíz, plátanos, frutas, aceites y otras hortalizas, que recorren más de 1.200 kilómetros desde el interior del país y de los llanos orientales para llegar a estas ciudades. Sin contar los 16 millones de toneladas de alimentos que estamos importando teniendo 40 millones de hectáreas aptas para producirlo­s acá.

¿Se imaginan el impacto económico y social para las siete ciudades capitales de esta región y el resto de ciudades y municipios del país, si esos alimentos se produjeran en sus zonas conexas rurales? Y la inversión que ello genera en centros de investigac­ión y formación técnica, desarrollo agroindust­rial y logística de transporte. Una verdadera reorientac­ión de la política productiva del país.

Se trata de instituir los Planes de Ordenamien­to de la Producción Agropecuar­ia Municipal, para ayudar a “orientar” de manera eficiente y productiva las zonas agrícolas, ganaderas y forestales rurales, con alta tecnología productiva, como la que vi en Funza, con el fin de distribuir eficazment­e los presupuest­os de inversión para generar más y mejor empleo rural, mayor riqueza y reactivaci­ón económica de las regiones.

Experto en financiami­ento agrícola.

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