Los frutos de la Costa que están en vía de extinción
Algunas de las frutas con las que crecieron varias generaciones han desaparecido Dejaron de sembrarse en patios por baja demanda, aseguran productores del Magdalena.
José Luis Román, Fausto Pitre, José Pacheco, Román Torregrosa y Jeison Rosales, vendedores de frutas en Santa Marta, validan el popular refrán: “Todo tiempo pasado fue mejor”.
Ellos, que han subsistido del comercio de productos frutícolas, son testigos de la forma como muchos de estos, originarios del Caribe colombiano, están descontinuados del mercado.
Aunque el negocio les ha permitido levantar a sus familias, reconocen que los tiempos han cambiado y que muchas frutas tradicionales están en vía de extinción.
El calentamiento global, el cambio en la siembra de productos y el desplazamiento hacia las grandes ciudades pudieron ser factores claves.
Caimito, marañón, granada, perita, guanábana, icaco, torombolo, mamón cotoprí, pomelo, anón, guayaba ácida, pitahaya, mamey, grosella, guama, guinda y ciruela, son productos con los que crecieron varias generaciones de consumidores costeños.
“Bajar mango, guayaba y guanábana era una tradición de los palos sembrados en la vía pública, era una de nuestras diversiones. En la época en que los celulares ni se asomaban”, recuerda el abogado guajiro Hennys Márquez, criado en los alrededores del estadio samario.
En cambio, para el barranquillero Jairo Arrieta, nacido en el barrio Boston, la tradición era comprar martillo, perita y guinda a la salida de la Escuela #15 para Varones de la calle 55.
Pero varias décadas después, el panorama ha cambiado en la mayor parte de las capitales del Caribe.
Porque para los tres veteranos vendedo- res, reconocidos en el mercado y Centro Histórico, las frutas que más venden hoy son uva, pera y manzana, pero las cultivan e importan de Chile.
“Hay quienes piden caimito e icaco, pero toca decir que no hay”, manifestó Jeison Arévalo, con un negocio que desde hace 26 años tiene en la calle 14 con carrera 3 de la capital magdalenense.
Su colega Fausto Pitre asegura que a su puesto de venta, en el segundo piso del mercado público, la gente llega preguntando por anón y granada; mientras que José Vicente Pacheco –vecino de Pitre– asegura que muchos indagan por la chrimoya y grosella. “Ni uno ni otro, aquí ya no se ven”, precisan.
CAMBIO CULTURAL. El ingeniero agrónomo Eduino Carbonó de la Hoz, magister en biología y especialista en taxonomía de plantas y director del herbario de la Universidad del Magdalena, sostiene que hay que profundizar sobre el tema e investigar para llegar al meollo del asunto. “Es un trabajo por hacer”, anotó.
Sin embargo, precisó, que –como en otros aspectos de la sociedad– “el mercado ha impuesto unas modas y otras costumbres, olvidándose de algunas”.
“No se siembra porque el mercado impone la demanda del consumo y eso va produciendo desplazamiento. Es un cambio cultural que se va dando”, añade.
El coordinador departamental de Asohofrucol, Ramiro Saúl Salcedo, agrega que esta demanda del consumo hace que el campesino siembre pero lo que se vende, aislando aquellos cultivos que con el tiempo perdieron mercado.
Otra explicación es que ya en los patios de las casas no se cultivan árboles frutales como en épocas pretéritas. “Antes, por ejemplo, era común ver la grosella y las ciruelas esparcidas en el suelo, también las guanábanas y los nísperos colgar de los árboles”, recuerda.
Y es que la tradición de sembrar se ha perdido por una razón: las casas de hoy carecen de patios y en las que hay la tierra está arropada por capas de cemento. Además, las familias suelen vivir por lo general en edificios de apartamentos.
En este sentido, el profesor Alfonso Mendoza sostiene que “la construcción trae deterioros” y agrega que “ya no hay selvas, no hay bosques; estamos viviendo en el pavimento”.
PROYECTO EN GRANJA.
En concordancia con la realidad nacional de las frutas en vía de extinción, la Universidad del Magdalena desarrolla en su granja un proyecto de conservación de los frutales tropicales de la región.
Sobre un terreno de 64 hectáreas, en donde hay lagos y bosques, se cultivan arboles que están desapareciendo.
Icaco, marañón, grosella, torombolo, mamey, caimito, guayaba, níspero y otros echan raíces para preservar algunas de las especies y ser analizadas por los estudiantes de Ingeniería Agronómica.
Uno de los líderes de este proyecto es el profesor
Alfonso Mendoza Zequeira, con 69 años, 44 de los cuales los ha dedicado a la academia.
“Aquí estamos manejando diseños experimentales para ver cuál es el estilo de cultivo más apropiado”, explica.
Agregó que “no es sembrar por sembrar”, sino estudiar, analizar y establecer estadistícas de producción y calidad de la fruta.
QUÉ HACER.
Ante el peligro de extinción de algunos árboles frutales se plantea por parte de los expertos la búsqueda de semillas para generar población. Todo esto a través de campañas educativas a los campesinos y un trabajo de concientización.
El coordinador departamental de Asohofrucol, Ramiro Saúl Salcedo, sugiere el establecimiento en las regiones de bancos
de germoplasmas de frutas exóticas en Colombia. Sin embargo, afirma que “si el gobierno no le mete un peso, no se hace nada”.
UN SIGNIFICADO .
El profesor Alfonso Mendoza dice que además de los beneficios que las frutas le brindan a la salud humana, hay algunas de las que están en extinción que tienen un significado histórico y para algunos fantasiosos.
Por ejemplo, la granada, la utilizaban para conservar la familia. Servía para la procreación. Por eso se decía que donde existía un árbol de granada, no había mujer solterona.
El anón, es apetitosa para el amor. Se decía que el hombre y la mujer que consumen anón tienen vida feliz en todos los sentidos de la relación.
El icaco, empleado para dulces, lo que le vale el significado de alegría.Los viejos cultivadores creen que donde se siembra esta fruta por lo general hay fiesta.
La perita rosada significa la conquista del hombre a la mujer. También es un símbolo de amor.
El marañón es conocido como “la fruta de la memoria” porque entre todos sus beneficios está el ayudar a las funciones del cerebro.
“Ya en los patios de las casas no se siembran mango, guanábana y guayaba. Cambiaron la tierra por el cemento”.
“Lo más chévere era comprar martillo y guinda a la salida del colegio. Poco o nada se consiguen en el mercado”.