‘El concursante’: la fila por una olla y por una victoria
La cinta que se estrenó esta semana en el país narra desde el humor la desigualdad social, el capitalismo despiadado y la falta de acceso a las oportunidades en una populosa Cartagena.
“El trabajo cuestiona lo que somos como sociedad”.
CARLOS OSUNA Director
Una interminable fila bajo el sol para reclamar un premio, un turno que no llega y una ilusión que, con el pasar de las horas, se desvanece.
La película colombiana
El Concursante, que se pasea desde hace dos años por festivales de cine que van desde Palenque hasta Ginebra, llegó esta semana a la cartelera nacional con una historia narrada desde las entrañas de la populosa Cartagena de Indias.
Lo que parecería un improbable cuento macondiano ocurrió en la vida real, cuando una empresa de alimentos prometió regalar ollas de presión a cambio de las etiquetas de caldo de gallina sin otro aliciente más que hacer una fila.
Esta comedia hace desde la risa una compleja reflexión sobre la injusticia social a través de la historia de Cristóbal Torres (Ronaldo Tejedor), un joven sin empleo ni estudios, habitante del barrio Nelson Mandela de Cartagena, que sueña con conseguir la olla para ser mensajero en el restaurante de su mamá, quien le amenazó con sacarlo de la casa y echarlo del negocio si no volvía con el utensilio.
Desde pueblos, veredas y áreas circundantes de La Heroica, miles de habitantes del Caribe se desplazaron desde la madrugada para concursar por sus ollas en una formación colosal. La ira por el tiempo perdido cuando se acabaron terminó por instaurar una pequeña anarquía. El resultado: el caos.
“La comedia es una sátira mordaz sobre un país que se mueve con el capitalismo”, manifestó Carlos Osuna, director de El concursante.
“Este trabajo cuestiona lo que somos como sociedad. Quise que la película tradujera visualmente lo que la champeta produce sonoramente en Cartagena. Por eso participan de la producción Charles King y Kissinger, como exponentes de ese género; Rodo Arteaga, cantante de rap, y la barranquillera Sunami Rodríguez, quienes integran un elenco de artistas del Caribe”, agregó el director bogotano.
El argumento retrata panoramas cotidianos que se encuentran, se acarician y perviven alrededor de la espera. Un juego de poderes que pone de manifiesto la vulnerabilidad de una masa anhelante de reconocimiento y la fuerza perenne de los dueños del capital.
El concursante describe de forma agridulce la injusticia social que muestra lo heterogéneo de la falta de accesos y la dificultad de un pueblo para alcanzar cualquier cosa.
“Quería hacer una película honesta y reflexiva sobre el consumismo. Estas personas que esperan tantas horas en medio de tanta precariedad no lo hacen solo porque son pobres. También porque buscan un premio, una victoria, sentir que son parte de algo”, agregó.
El relato que entreteje humor e indignación da una amplia perspectiva de lo que significa ganar por primera vez en un mundo desigual, donde hasta una olla puede parecer un bien inalcanzable.