Contra el fanatismo
En estos tiempos de expansión de discursos radicales, que muchas veces son contestados con radicalismo, conviene reflexionar sobre los consejos del escritor Amos Oz, que recomendaba empatía y humor.
En estos tiempos de expansión de los discursos radicales, que muchas veces son contestados con radicalismo, conviene reflexionar sobre los consejos del escritor Amos Oz, que recomendaba empatía y humor.
El título de este editorial lo hemos tomado, deliberadamente, de un libro homónimo del escritor israelí Amos Oz, quien fuera hasta su muerte, el año pasado, uno de los más destacados defensores de una salida negociada y pacífica del conflicto israelo-palestino basada en el principio territorial de dos estados. Aunque Oz enfocó el opúsculo en dicho conflicto, que hoy parece irresoluble por el predominio de las posturas radicales en ambos bandos, muchas de sus reflexiones son de enorme utilidad para comprender esta convulsa época en que vivimos, en la que toman cada vez más fuerza los discursos extremistas. En uno de los apartados más interesantes del texto, el escritor se refiere a las formas para confrontar a los fanáticos. No solo critica a quienes lo hacen desde una pretendida superioridad intelectual, que solo consigue exacerbar más los ánimos de los destinatarios del desdén. También advierte que, en muchas ocasiones, la confrontación con los fanáticos puede conducir al fanatismo de quienes intentan derrotarlo. O, como ironizaba, al “yihadismo antifundamentalista” Aunque militó muchos años en movimientos pacifistas, Oz no hablaba desde la ingenuidad o la corrección política. Ante la agresión, legitimaba sin vacilar el uso de la fuerza, lo que le valió más de una vez las críticas de sus compañeros progresistas. Sin embargo, consideraba que en la vida cotidiana existían márgenes de acción para intentar desactivar el fanatismo. Y planteaba dos fórmulas concretas.
Una de ellas es la empatía. Ponerse en el sitio del otro. Intentar comprender sus motivaciones. Ese ejercicio, en su opinión, es imprescindible para buscar puntos de encuentro satisfactorios para las partes cuando hay disputas de por medio. Y aclaraba que ello nada tenía que ver con el sentimiento del amor. Frente al “haz el amor, no la guerra” de los años 60, él respondía, con la mirada puesta en el conflicto israelo-palestino, con el más práctico “Haz la paz, no el amor”. Pero el remedio por excelencia contra el fanatismo era, para Oz, el humor. Y precisaba que no se refería al sarcasmo o a la burla contra terceros, sino a la capacidad sincera para reírse de uno mismo. “No he visto nunca a un fanático con sentido del humor”, anota. Luchar contra el fanatismo y las jaurías humanas, que tienen hoy en las redes sociales una poderosa caja de resonancia, es quizá el mayor reto que afronta hoy nuestra civilización. Debemos estar prevenidos no solo contra los radicales, sino contra los que combaten a aquellos desde el radicalismo (y que en la mayoría de los casos no tienen conciencia de estar incurriendo en él). Esto no implica, ni mucho menos, caer en el relativismo. De lo que se trata es de desactivar el clima irrespirable de crispación que se ha apoderado de buena parte del mundo. Colombia incluida, ni más faltaba.
El narrador israelí precisaba que al hablar de humor no se refería a sarcasmo o burla contra terceros, sino a capacidad para reírse de uno mismo. “No he visto nunca un fanático con sentido del humor”, anotó.