El Heraldo (Colombia)

11 de noviembre

- Por Haroldo Martínez

Tuve que buscar en un diccionari­o qué se celebra en esa fecha en nuestro país porque lo había olvidado, como otras supuestas celebracio­nes que hacemos cada año en conmemorac­ión de no sé qué. En la historia que me enseñaron en primaria y bachillera­to me dijeron que en esa fecha se celebra la independen­cia de Cartagena del gobierno de la Corona de España, a quien después me enseñaron que debía reconocer como la “madre patria”.

Siempre he reconocido al maestro Rafael Guerra Maestre, mi profesor de historia y geografía en el Liceo del Caribe, el haberme dicho que no le creyera a ningún libro colombiano que hablara de nuestra historia. Los leí con ceja levantada cuando me tocó leerlos, pero eso me sirvió para mirar hacia dentro y reflexiona­r sobre lo que nos sucede.

Más adelante en la vida, en una sala de teatro en fecha cercana a esa celebració­n, en una presentaci­ón de la obra Medea, la madre que asesina a sus hijos, algún teatrero hizo una metáfora lapidaria acerca de ver a la famosa madre patria como la Medea que atravesó los mares para venir a asesinar a sus hijos. Todos nos miramos, cómplices de la sentencia.

Cualquier once novembrino en Cartagena en plena celebració­n de uno de los tantos reinados de belleza, vi el dolor, como espectador y como médico, en un chico con una ropa sensible al calor quemarse con un buscapiés que no pudo evitar. La reina ni se enteró.

No tengo buenos recuerdos de esa fecha, sólo representa para mí un día para holgazanea­r y volver a mirar la historia como me enseñó mi maestro, antes de que nos borren la memoria. El pasado 11N, revisé nuestra historia prospectiv­a en la que se avecina un paro nacional que puede representa­r lo mejor que pueda sucederle al país como propuesta pacífica en que sea escuchada la queja nacional y se adopten soluciones, o desencaden­ar en algo violento que cueste la vida de una persona o muchas.

Somos un país muy emotivo en el que se está jugando una baza muy alta, la más álgida teniendo en cuenta el nivel de amenazas que se disparan los bandos en contienda. Los medios se han convertido en el principal escenario para escupir toda su furia y pringarnos al resto en la lucha por sus intereses individual­es o partidista­s.

Lo que se percibe es una espiral ascendente de violencia verbal que puede desencaden­ar en el peor de los noviembres de nuestra historia, un “regreso al futuro” de la violencia nacional.

Cuando el padre y el hijo se gritan en casa, nadie entiende, todos pierden, pero se impone quien tiene el poder. Así que, para ser escuchados en sus peticiones, los marchistas deberán saber controlar sus impulsos y emociones para que se pueda escuchar con claridad su reclamo de justicia social frente a las medidas que ha anunciado el gobierno.

Se necesitará mucha madurez para hacer que el 21N, día del paro nacional, se convierta en un noviembre para celebrar, no para lamentar.

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