Atropellos en comparendos
Miles de personas comentan en la ciudad, y nosotros estamos ciento por ciento de acuerdo con este diagnóstico, que la labor desempeñada en los últimos años por el secretario de Movilidad del Distrito, Fernando Isaza, y su equipo de colaboradores es magnífica en todo sentido, efectiva en sus adecuaciones modernas varias como, por ejemplo, establecer los guías señaladores del tráfico en decenas de esquinas y vías y la agilidad en los trámites y la modernización de los sistemas y mucho más en la atención al público donde no se nos olvida el de los años anteriores donde los funcionarios trataban a las patadas a los usuarios y clientes de dicha secretaría hasta llegar con frecuencia a la grosería y la patanería. Todo esto ha cambiado y la mano disciplinaria y el criterio del director es la causa.
Pero ellos tienen en el Condigo de Tránsito el más mortal enemigo, que apabulla, aniquila, extermina el legítimo derecho a la defensa, irrespeta el debido proceso como un derecho inalienable de todo ciudadano y cercena cualquier actitud del presunto infractor encaminada a explicar su proceder, a ser escuchado con garantías, al permitirsele siquiera un mínimo acto de defensa ante medidas absurdas como las de establecer como cien por ciento válidas las señales de una maquina medidora de la velocidad, una máquina, óigase bien, una maquina susceptible de fallar infinidad de veces, ante la explicación o las razones del ciudadano que tiene sus derechos, obligaciones y sabe de sus deberes.
Comenzando con el tema de las notificaciones no entendemos cómo el actual Codigo de Tránsito no admite la revisión ante un inspector, una audiencia, y si lo autoriza suspende automáticamente el derecho a los descuentos imponiendo multas a ciegas. Ademas, en cualquier campo del Derecho, para que una persona pueda ser sujeto de imposiciones tributarias o señalamientos de penalidades por infracciones, el debido proceso indica que tiene que ser notificado personalmente y si no se pudo la misma ley indica los procedimientos supletorios. Pero no utilizar los edictos o estados o notificaciones gaseosas “dando por notificado al infractor”, como si todo el mundo estuviese consciente de que las máquinas brujas con cambios de velocidad cada cien metros tuviesen el poder omnímodo de detectar los detalles del conductor. Por otro lado está el tema de las prescripciones para no enumerar sino alguno de los conceptos que equivocadamente se manejan. Sanciones de años aparecen como por arte de magia con la impronta de indiscutibles, definitivas, inmodificables bajo el amparo de que la ley hay que cumplirla. Y no queremos tocar hoy aquí en este espacio el tema de los policías corruptos, dos en motocicletas, que andan recorriendo la ciudad para ver donde cae el incauto inocente y poderle espetar, a veces con disimulo, otras veces con descaro, “que el calor que está haciendo es bárbaro y no tenemos ni para la gaseosa”. Esta frase es suave ante las maromas que relatan cientos de cientos de ciudadanos en la ciudad comentando sus encuentros con los policías encargados del tránsito, pero más adelante en otra columna tocaremos a fondo este tema que produce urticaria y que el mismo secretario de Movilidad, doctor Isaza, no puede remediar. Por lo pronto le solicitamos públicamente a este buen funcionario que apoye la revisión del Código que se viene realizando en el Ministerio para poder presentar un proyecto de ley justo, equilibrado, racional, que imponga justicia y equidad y descarte el atraco y el cultivo del soborno.