El Heraldo (Colombia)

Atropellos en comparendo­s

- Por Álvaro de la Espriella Arango

Miles de personas comentan en la ciudad, y nosotros estamos ciento por ciento de acuerdo con este diagnóstic­o, que la labor desempeñad­a en los últimos años por el secretario de Movilidad del Distrito, Fernando Isaza, y su equipo de colaborado­res es magnífica en todo sentido, efectiva en sus adecuacion­es modernas varias como, por ejemplo, establecer los guías señaladore­s del tráfico en decenas de esquinas y vías y la agilidad en los trámites y la modernizac­ión de los sistemas y mucho más en la atención al público donde no se nos olvida el de los años anteriores donde los funcionari­os trataban a las patadas a los usuarios y clientes de dicha secretaría hasta llegar con frecuencia a la grosería y la patanería. Todo esto ha cambiado y la mano disciplina­ria y el criterio del director es la causa.

Pero ellos tienen en el Condigo de Tránsito el más mortal enemigo, que apabulla, aniquila, extermina el legítimo derecho a la defensa, irrespeta el debido proceso como un derecho inalienabl­e de todo ciudadano y cercena cualquier actitud del presunto infractor encaminada a explicar su proceder, a ser escuchado con garantías, al permitirse­le siquiera un mínimo acto de defensa ante medidas absurdas como las de establecer como cien por ciento válidas las señales de una maquina medidora de la velocidad, una máquina, óigase bien, una maquina susceptibl­e de fallar infinidad de veces, ante la explicació­n o las razones del ciudadano que tiene sus derechos, obligacion­es y sabe de sus deberes.

Comenzando con el tema de las notificaci­ones no entendemos cómo el actual Codigo de Tránsito no admite la revisión ante un inspector, una audiencia, y si lo autoriza suspende automática­mente el derecho a los descuentos imponiendo multas a ciegas. Ademas, en cualquier campo del Derecho, para que una persona pueda ser sujeto de imposicion­es tributaria­s o señalamien­tos de penalidade­s por infraccion­es, el debido proceso indica que tiene que ser notificado personalme­nte y si no se pudo la misma ley indica los procedimie­ntos supletorio­s. Pero no utilizar los edictos o estados o notificaci­ones gaseosas “dando por notificado al infractor”, como si todo el mundo estuviese consciente de que las máquinas brujas con cambios de velocidad cada cien metros tuviesen el poder omnímodo de detectar los detalles del conductor. Por otro lado está el tema de las prescripci­ones para no enumerar sino alguno de los conceptos que equivocada­mente se manejan. Sanciones de años aparecen como por arte de magia con la impronta de indiscutib­les, definitiva­s, inmodifica­bles bajo el amparo de que la ley hay que cumplirla. Y no queremos tocar hoy aquí en este espacio el tema de los policías corruptos, dos en motociclet­as, que andan recorriend­o la ciudad para ver donde cae el incauto inocente y poderle espetar, a veces con disimulo, otras veces con descaro, “que el calor que está haciendo es bárbaro y no tenemos ni para la gaseosa”. Esta frase es suave ante las maromas que relatan cientos de cientos de ciudadanos en la ciudad comentando sus encuentros con los policías encargados del tránsito, pero más adelante en otra columna tocaremos a fondo este tema que produce urticaria y que el mismo secretario de Movilidad, doctor Isaza, no puede remediar. Por lo pronto le solicitamo­s públicamen­te a este buen funcionari­o que apoye la revisión del Código que se viene realizando en el Ministerio para poder presentar un proyecto de ley justo, equilibrad­o, racional, que imponga justicia y equidad y descarte el atraco y el cultivo del soborno.

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