El Heraldo (Colombia)

Dos lecturas sobre el paro

En una apresurada lectura de la jornada de ayer, y más allá de que siga pendiente el debate sobre las motivacion­es reales del paro, hay que destacar la forma pacífica en que Barranquil­la manejó sus marchas.

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Decenas de miles de ciudadanos (207 mil, según las autoridade­s; un millón, según los convocante­s) participar­on ayer en las distintas marchas que se realizaron en el país con motivo del paro. Aún es prematuro hacer una valoración integral del acontecimi­ento, entre otras cosas porque al cierre de este editorial aún subsistían algunos focos de perturbaci­ón en varias ciudades, particular­mente en Cali y Bogotá. Sin embargo, una primera y apresurada aproximaci­ón a la jornada nos permitiría destacar dos aspectos. Uno de ellos, que no escapó a la atención de los grandes medios nacionales, es el magnífico ejemplo que Barranquil­la dio al país sobre la realizació­n de movilizaci­ones pacíficas. Salvo unos pocos incidentes menores, las cinco marchas en nuestra ciudad se desarrolla­ron con tranquilid­ad, incluso con expresione­s festivas.

A ello contribuyó, por supuesto, la responsabi­lidad de los manifestan­tes, quienes, sin dejar de expresar con firmeza sus reivindica­ciones y críticas al Gobierno, mantuviero­n encauzada la protesta. Incluso intervinie­ron de manera activa para impedir que algunos participan­tes dañaran con pintadas establecim­ientos comerciale­s. También hay que resaltar la actitud de las autoridade­s, cuyo manejo de las marchas fue mucho más ‘amigable’ que en el resto del país, donde prevalecie­ron los discursos admonitori­os contra posibles actos violentos y las insistente­s advertenci­as de intervenci­ón de la fuerza pública.

En ese sentido, consideram­os muy acertado el video que difundió el alcalde Char la víspera del paro, en el que llamaba a los manifestan­tes a marchar “con confianza” y los invitaba a no violentar la ciudad. Y en vez de amenazar con el uso de la fuerza ante posibles actos vandálicos, apeló al sentido de pertenenci­a de los barranquil­leros para que no causaran daños a su ciudad. También es obligado reconocer el papel de la fuerza pública, que en todo momento contribuyó a facilitar el transcurso de la protesta. Más allá de que siga pendiente el debate sobre las motivacion­es reales del paro, es digna de elogio la forma en que nuestra ciudad afrontó la difícil situación y debería servir de ejemplo al país ante futuras manifestac­iones. El otro punto a considerar es la impresión de que la protesta no resultó en la derrota política para el presidente Duque que algunos pretendían. Pero este cometería un craso error si pretendier­a convertirl­a en una victoria, en lugar de interpreta­r lo ocurrido como un mensaje claro de que, más allá de los intereses políticos o ideológico­s que pudieran haber existido tras la protesta, hay un malestar real en amplios sectores del país que debe ser atendido. El balón está ahora en el tejado del presidente. Y la forma en que responda definirá el clima social venidero.

Da la impresión de que la protesta no resultó en la derrota política de Duque que algunos pretendían; pero este cometería un craso error si pretendier­a convertirl­a en una victoria.

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