Profesionalismo
El jueves, 21 de noviembre, Barranquilla se despertó con un lindo amanecer; el día estaba claro, se sentía una suave brisa fresca y el olor caribe estaba más fuerte que nunca. La noche anterior Junior ganó, gustó y casi goleó en el Metropolitano. Los asistentes al estadio gozaron en paz y sin alterar el orden público de un espectacular triunfo ante uno de los rivales más encopetados del fútbol nacional. El clima agradable y la victoria del Junior eran ingredientes perfectos para que el día convocara muchas tertulias callejeras, esquineras, para hablar del futuro del bicampeón con optimismo y se criticara con desparpajo al vencido rival.
Esa alegría que sentí ayer en la mañana por la victoria del equipo tiburón estaba acompañada de inquietud. Muchas otras reuniones habían sido convocadas. De hecho eran tantas que fueron denominadas en conjunto “paro nacional”, cuya mayor expresión serían marchas en las principales ciudades del país. Los motivos de estas convocatorias eran muchos; negarlos sería irracional, de hecho, eran tantos que temía por el caos que se suele generar cuando se acude en masa a una citación sin agenda. Un sinnúmero de columnistas había expresado en los últimos días sus opiniones a favor y en contra de las manifestaciones sociales. Las redes estaban polarizadas. Ya sabemos que la estrategia de emberracar a la gente funciona y es usada cada vez con más éxito por los extremos políticos del espectro. Las autoridades advertían que delincuentes extremistas usarían las movilizaciones pacíficas para sembrar el terror, a través de acciones cada vez más radicales, sin objetivo diferente a crear inestabilidad e incertidumbre política.
Mi intranquilidad, al igual que la de todos los colombianos por lo “volátil” que podía resultar el día, crecía velando por el bienestar de los más de 250 compañeros de trabajo que conforman el equipo de salud del Hospital de la Universidad del Norte que estuvieron listos para atender cualquier situación que ameritara su participación. Su jornada empezó muy temprano, sin tener claro por cuánto tiempo se extendería. Cuando iniciaron sus labores, sus preferencias políticas, religiosas, e, incluso, futbolísticas se quedaron guardadas en los lockers.
Si tenían que entrar en acción estaba claro que no importaría si ellos apoyaban o no el paro, si el paciente que necesitaba su concurso era delincuente o autoridad, o si el ser humano cuya vida dependía de su acción profesional era de izquierda o derecha. Lo anterior, en términos académicos, forma parte del “contrato” entre los profesionales de la salud y la sociedad y que se resume en la palabra profesionalismo.
Nuestras profesiones exigen vocación y una intensa moralidad, pues su primer objetivo es el bien del paciente y de la sociedad. Nunca por apasionamientos podemos olvidar que escogimos ser profesionales en las actividades más generosas, nobles y humanitarias de las realizadas por los seres humanos. Como educador me esperanza el constatar que en las nuevas generaciones el altruismo sigue claro y que la vocación sigue siendo en ellos la motivación para elegir su carrera.
PD: Gracias a todos los equipos de salud que nos cuidan con profesionalismo.