Oír y actuar
El 21N será recordado como la reivindicación de la protesta, el fortalecimiento del ejercicio político ciudadano y la unión nacional a favor de un proyecto de país que busca la prosperidad, la igualdad y el respeto de los derechos humanos. A la Plaza de Bolívar llegaron manifestantes de diferentes grupos culturales y sociales, estudiantes, indígenas, artistas, defensores de derechos humanos, personas de todas las regiones, oficios y profesiones.
Podría decirse que las imágenes de la multitudinaria marcha que circulan en todas las redes sociales, dan cuenta de una Colombia unida, valiente y que no pretende dar un paso atrás en lo que ha ganado. Un pueblo que por años vivió resignado, sometido a un destino impuesto por la guerra, la pobreza, la desigualdad y la corrupción, se llena de fuerza para exigir al gobierno que actúe y no deje que Colombia sea nuevamente un territorio de violencia. Nada de esto se puede borrar por el actuar delincuencial de una minoría violenta que mediante el sabotaje, la provocación y la generación de disturbios intentaron ensombrecer lo que fue color y unidad.
La manifestación en todo el país estuvo llena de crítica, de humor, de peticiones legítimas y de unión. Las personas marcharon pacíficamente en todas las ciudades, en Barranquilla el descontento se expresó desde lo propio de la región, a través de bailes carnavaleros y de música, mostrando que hay múltiples formas de protestar y que las más efectivas están muy lejos de ser violentas. La marcha fue un logro en sí misma, se reveló en contra de la estigmatización de la protesta y ese es un paso de gigantes de cara a la democracia de Colombia, hecho que solo se logra cuando la ciudadanía pierde el temor y asume que hay causas de todos.
Nada tienen que ver los ciudadanos que cívicamente se manifestaron en todas las ciudades con los hechos ocurrido en Cali, que derivaron un toque de queda, como tampoco con los actos vandálicos que se dieron al finalizar la tarde en la Plaza de Bolívar en Bogotá. De hecho, durante el día se mostraron diferentes videos e imágenes de ciudadanos que rechazaban la violencia, que iban limpiando las estaciones de Transmilenio, que bloqueaban a los encapuchados, etc. Los disturbios y daños que se presentaron no pueden atribuirse a quienes convocaron la marcha como tampoco a quienes participaron pacíficamente en ella, sino a los delincuentes que no respetan la vida, los bienes públicos y la propiedad privada.
La marcha deja varias conclusiones: el Esmad no puede seguir usando la represión en contra de los ciudadanos –se presentaron numerosas denuncias por abuso del poder–, los delincuentes y saboteadores deben ser procesados por la justicia por los daños causados, lo que es legítimo no se puede desmoralizar por el actuar de una minoría violenta y, finalmente, el gobierno tiene que oír y actuar.