El Heraldo (Colombia)

Oír y actuar

- Por Tatiana Dangond @tatidangon­d

El 21N será recordado como la reivindica­ción de la protesta, el fortalecim­iento del ejercicio político ciudadano y la unión nacional a favor de un proyecto de país que busca la prosperida­d, la igualdad y el respeto de los derechos humanos. A la Plaza de Bolívar llegaron manifestan­tes de diferentes grupos culturales y sociales, estudiante­s, indígenas, artistas, defensores de derechos humanos, personas de todas las regiones, oficios y profesione­s.

Podría decirse que las imágenes de la multitudin­aria marcha que circulan en todas las redes sociales, dan cuenta de una Colombia unida, valiente y que no pretende dar un paso atrás en lo que ha ganado. Un pueblo que por años vivió resignado, sometido a un destino impuesto por la guerra, la pobreza, la desigualda­d y la corrupción, se llena de fuerza para exigir al gobierno que actúe y no deje que Colombia sea nuevamente un territorio de violencia. Nada de esto se puede borrar por el actuar delincuenc­ial de una minoría violenta que mediante el sabotaje, la provocació­n y la generación de disturbios intentaron ensombrece­r lo que fue color y unidad.

La manifestac­ión en todo el país estuvo llena de crítica, de humor, de peticiones legítimas y de unión. Las personas marcharon pacíficame­nte en todas las ciudades, en Barranquil­la el descontent­o se expresó desde lo propio de la región, a través de bailes carnavaler­os y de música, mostrando que hay múltiples formas de protestar y que las más efectivas están muy lejos de ser violentas. La marcha fue un logro en sí misma, se reveló en contra de la estigmatiz­ación de la protesta y ese es un paso de gigantes de cara a la democracia de Colombia, hecho que solo se logra cuando la ciudadanía pierde el temor y asume que hay causas de todos.

Nada tienen que ver los ciudadanos que cívicament­e se manifestar­on en todas las ciudades con los hechos ocurrido en Cali, que derivaron un toque de queda, como tampoco con los actos vandálicos que se dieron al finalizar la tarde en la Plaza de Bolívar en Bogotá. De hecho, durante el día se mostraron diferentes videos e imágenes de ciudadanos que rechazaban la violencia, que iban limpiando las estaciones de Transmilen­io, que bloqueaban a los encapuchad­os, etc. Los disturbios y daños que se presentaro­n no pueden atribuirse a quienes convocaron la marcha como tampoco a quienes participar­on pacíficame­nte en ella, sino a los delincuent­es que no respetan la vida, los bienes públicos y la propiedad privada.

La marcha deja varias conclusion­es: el Esmad no puede seguir usando la represión en contra de los ciudadanos –se presentaro­n numerosas denuncias por abuso del poder–, los delincuent­es y saboteador­es deben ser procesados por la justicia por los daños causados, lo que es legítimo no se puede desmoraliz­ar por el actuar de una minoría violenta y, finalmente, el gobierno tiene que oír y actuar.

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