¡Uhh Pacho!
El locuaz Pachito Santos es un mete pata profesional a quien hay que reconocerle la franqueza. No se anda con medias aguas y dice de frente lo que piensa, aunque muchos duden que lo haga –que piensa–. Algo hay en él que lo ha llevado a ocupar cargos envidiables en el mundo de la política: fue vicepresidente de Uribe, director de noticias de una de las dos grandes cadenas radiales del país (RCN) y remplazó allí, sin honores, a un periodista de renombre –Juan Gossaín–. Una vez posesionado como presidente, Duque lo nombró en un cargo por el que se le hace agua la boca a los diplomáticos de carrera, embajador en Washington.
Es un personajillo simpático y caricaturesco, pero insisto, con una sinceridad a toda prueba. Puede rayar en lo ingenuo y lagarto puro, pero quienes han trabajado con él le reconocen un gran corazón. De una nobleza insuperable, solo comparada con la del mejor amiguito del curso de párvulos.
Técnicamente hablando, no reúne los requisitos para ocupar los cargos antes mencionados, pero lo ha hecho con valentía, no sin antes desatar toda una sarta de comentarios sobre tales designaciones. Antes de asumir cada una de esas responsabilidades abundaron las consejas sobre su desempeño, acompañadas de una buena dosis del fino y agudo humor santafereño. Cuando, por su vínculo familiar con el periódico El Tiempo, en un “cocazo”
político-periodístico, Uribe lo designó como su ‘vice’, llovieron críticas, que en buena parte provenían de la envidia. “Si muere Uribe, disparadle a Pachito”, fue el chiste que circuló en los elegantes corrillos bogotanos, haciendo alusión a una hipotética orden al Batallón Guardia Presidencial para impedir que el buen Francisco, en ese caso, pudiera asumir el primer cargo de la nación como debía ser, ante la falta del titular.
Volvió al juego Pachito Santos con la filtración de la conversación sostenida en un lujoso hotel de Estados
Unidos con la recién designada canciller Claudia Blum. Se encendió una hoguera en las redes y los medios de comunicación, solo apaciguada por el paro nacional de ayer.
La conversación puede ser calificada de falta de lealtad de un embajador con su presidente y de una ministra en ciernes con su antecesor y con el mindefensa saliente. Pero se trata de una conversación privada, en la que se habla, tal cual el común de las personas habla “mal” con frecuencia de sus amigos más queridos, de su familia y hasta de su pareja en un momento de franca jartera.
De todos modos, deja ver una cara de Santos y Blum, descontentos con parte del gabinete y por ende con su propio jefe, Iván Duque, quien en estos momentos necesita más gente que lo rodee bien debido a la histórica crisis por la que está pasando en materia de popularidad, solo comparable con el incompetente Andrés Pastrana, campeón mundial de la ineptitud.
A Claudia y Pachito, por su inconformismo, solo les faltó unirse al paro nacional.