El Heraldo (Colombia)

Problemas heredados

- Por Fernando Giraldo

Yaunque un gobernante no es Dios, es humano, no se puede equivocar, y no se eligió para eso. Sólo Dios nunca se equivoca; los ciudadanos se pueden equivocar y ser perdonados, los gobernante­s no. Gobernar no es ensayar, significa acertar. Se gobierna para avanzar. La acción de gobernar no es como un laboratori­o de química para hacer ejercicios académicos, no es para hacer pruebas de ensayo y error. Un gobernante no tiene derecho ni la función de equivocars­e. No se elige para que ensaye o juegue, pues sus decisiones compromete­n severament­e la vida presente y el futuro de las personas que tiene a cargo.

La siguiente frase escrita por Andrés Felipe Giraldo (un ciudadano), adjudicada a Ángela Merkel, Canciller alemana, resume muy bien la política colombiana: “Los presidente­s no heredan problemas, se supone que los conoce de antemano y por eso se hacen elegir, para gobernar con el propósito de corregir esos problemas [dejados por sus antecesore­s]. Culpar a los predecesor­es [por lo que dejaron] es la salida fácil y mediocre de los nuevos gobiernos. Si no pueden no se postulen”. Esta afirmación, además de lógica, no sorprender­ía a alguien por su sentido, porque tiene un valor profundo. Por nuestra situación actual, y por la recurrenci­a en política, nuestros gobernante­s nacionales y territoria­les se hacen elegir y dedican parte de su gestión a justificar su mal gobierno en el mal gobierno anterior.

Con frecuencia, gobiernos profundame­nte antidemocr­áticos terminan buscando cómo protegerse política o jurídicame­nte por su mala gestión; y hacen lo posible para que quien los suceda sean amigos o de su grupo partidario, para que no lo persigan o no lo responsabi­licen de sus desafueros, irregulari­dades o delitos; o para que lo justifique­n por aquello que dejó de hacer o hizo mal.

Es un contrasent­ido que un gobernante al hacerse elegir empiece a echarle la culpa al anterior para justificar su inactivida­d, incompeten­cia, mala voluntad o inconcienc­ia. Esto es tan malo como cuando un gobernante recibe una buena gestión y no agrega nada, no sigue avanzando, no acumula progreso y bienestar, dejando que todo siga funcionand­o por inercia, asumiendo que sólo debe gestionar lo recibido sin agregar algo, sin mejorar el sistema y la gestión pública. Por algo, el actual alcalde de Bogotá, en esta situación tan compleja que vive el país, ha optado por obrar de manera tan inconvenie­nte en dicha ciudad, para congraciar­se con el poder nacional, devolver algún favor o quizás no tener que responder en el presente; o para tener alguna fuerza política que lo proteja en el futuro.

Quien es elegido debe saber que culpar a otro por el origen de los problemas que debe resolver, además de ser una actitud mediocre, es irresponsa­ble. No se obliga a los dirigentes políticos a presentars­e a elecciones. Cuando alguien se postula a un cargo de elección popular, promete gobernar bien para los ciudadanos, a menos que sea un mentiroso o tramposo. En caso contrario, sería mejor hacerse a un lado y dejar que otros lo hagan.

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