El Heraldo (Colombia)

El hijo de Juana

- Por Nicolás Renowitzky

Pablo se llama el hijo de Juana, quien labora con nosotros desde hace más de ocho años. Juana, madre soltera, es como otro miembro de nuestra familia, solo había estudiado elemental, pero acaba de graduarse validando su bachillera­to porque quiere estudiar cosmetolog­ía. Pablo sí estudió una carrera, y con el esfuerzo de su madre se graduó de Química y Farmacia en la Universida­d del Atlántico. Hoy, como químico farmacéuti­co, labora en el más prestigios­o laboratori­o de la ciudad. Entre ambos compraron un apartament­o nuevo en Soledad, aprovechan­do $23.437.000 que aporta el gobierno para ese tipo de vivienda, se lo entregarán en marzo.

Nancy, a quien cariñosame­nte llamamos “La Negra”, ha trabajado con nuestra familia desde que era una adolescent­e, quizás 30 años o más. Su hijo Carlos estudió administra­ción de empresas, y hoy, después de varios años de empleado, montó su propio negocio; felizmente casado, compró casa y carro. Obviamente, “La negra” está súper orgullosa de Carlos, y nosotros orgullosos de ella. Con mi hermana Leonor laboró durante 18 años Leslie, trabajando con ella tuvo a su hija Daisy, a quien mi hermana le consiguió cupo desde niña en la escuela Madre Butler, del Colegio Marymount, allí se graduó de bachillera­to y estudió sistemas. Hoy Daisy es una profesiona­l muy apreciada en la empresa en que labora, y compró una buena casa en Malambo que comparte con su mamá los fines de semana.

Hablando con primos y amigos analizo que historias similares a las de Juana, “la Negra” y Leslie, se repiten, y me cuentan cómo con el esfuerzo de madres solteras, estas sacan adelante a sus hijos. Pero también sucede con familias compuestas por papá y mamá, de origen y con trabajos muy humildes que con esfuerzo y dedicación han educado a sus hijos, los que ya hoy son profesiona­l eso técnicos muy bien remunerado­sen diferentes áreas de la producción y de los servicios. Otros aún están estudiando con metas definidas que les cambiarán la vida. Muchos de mis lectores vivirán la misma experienci­a en sus familias.

Esta es una realidad innegable en nuestra ciudad y muy segurament­e en otras ciudades del país. Para bien o para mal, en Colombia se califica por estratos las capacidade­s económicas de sus habitantes, y los grupos a los que me refiero, de estar clasificad­os en el estrato bajo-bajo, van moviéndose al estrato medio-bajo, luego al estrato medio y así, subiendo con esfuerzo se va consolidan­do una clase media que dinamiza la actividad económica de la ciudad, porque con ese mayor poder adquisitiv­o, su capacidad de compra se incrementa, benefician­do al comercio y por ende a la industria en todos sus frentes. Por esa razón en los cines, restaurant­es y centros comerciale­s de la ciudad, uno puede ver de manera grata una inmensa cantidad de personas y familias enteras que fácilmente se aprecia que ya hacen parte de la llamada sociedad de consumo, motor del desarrollo económico del país. Muchos de los nuevos apartament­os que por miles se construyen en nuestra ciudad, son comprados por quienes vendieron sus anteriores viviendas a este grupo que viene empujando fuerte. Es un círculo virtuoso que orgullosam­ente hoy podemos apreciar en Barranquil­la. P.D.: Para este artículo los nombres han sido cambiados. A mis lectores, les deseo un feliz y venturoso 2020.

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