El hijo de Juana
Pablo se llama el hijo de Juana, quien labora con nosotros desde hace más de ocho años. Juana, madre soltera, es como otro miembro de nuestra familia, solo había estudiado elemental, pero acaba de graduarse validando su bachillerato porque quiere estudiar cosmetología. Pablo sí estudió una carrera, y con el esfuerzo de su madre se graduó de Química y Farmacia en la Universidad del Atlántico. Hoy, como químico farmacéutico, labora en el más prestigioso laboratorio de la ciudad. Entre ambos compraron un apartamento nuevo en Soledad, aprovechando $23.437.000 que aporta el gobierno para ese tipo de vivienda, se lo entregarán en marzo.
Nancy, a quien cariñosamente llamamos “La Negra”, ha trabajado con nuestra familia desde que era una adolescente, quizás 30 años o más. Su hijo Carlos estudió administración de empresas, y hoy, después de varios años de empleado, montó su propio negocio; felizmente casado, compró casa y carro. Obviamente, “La negra” está súper orgullosa de Carlos, y nosotros orgullosos de ella. Con mi hermana Leonor laboró durante 18 años Leslie, trabajando con ella tuvo a su hija Daisy, a quien mi hermana le consiguió cupo desde niña en la escuela Madre Butler, del Colegio Marymount, allí se graduó de bachillerato y estudió sistemas. Hoy Daisy es una profesional muy apreciada en la empresa en que labora, y compró una buena casa en Malambo que comparte con su mamá los fines de semana.
Hablando con primos y amigos analizo que historias similares a las de Juana, “la Negra” y Leslie, se repiten, y me cuentan cómo con el esfuerzo de madres solteras, estas sacan adelante a sus hijos. Pero también sucede con familias compuestas por papá y mamá, de origen y con trabajos muy humildes que con esfuerzo y dedicación han educado a sus hijos, los que ya hoy son profesional eso técnicos muy bien remuneradosen diferentes áreas de la producción y de los servicios. Otros aún están estudiando con metas definidas que les cambiarán la vida. Muchos de mis lectores vivirán la misma experiencia en sus familias.
Esta es una realidad innegable en nuestra ciudad y muy seguramente en otras ciudades del país. Para bien o para mal, en Colombia se califica por estratos las capacidades económicas de sus habitantes, y los grupos a los que me refiero, de estar clasificados en el estrato bajo-bajo, van moviéndose al estrato medio-bajo, luego al estrato medio y así, subiendo con esfuerzo se va consolidando una clase media que dinamiza la actividad económica de la ciudad, porque con ese mayor poder adquisitivo, su capacidad de compra se incrementa, beneficiando al comercio y por ende a la industria en todos sus frentes. Por esa razón en los cines, restaurantes y centros comerciales de la ciudad, uno puede ver de manera grata una inmensa cantidad de personas y familias enteras que fácilmente se aprecia que ya hacen parte de la llamada sociedad de consumo, motor del desarrollo económico del país. Muchos de los nuevos apartamentos que por miles se construyen en nuestra ciudad, son comprados por quienes vendieron sus anteriores viviendas a este grupo que viene empujando fuerte. Es un círculo virtuoso que orgullosamente hoy podemos apreciar en Barranquilla. P.D.: Para este artículo los nombres han sido cambiados. A mis lectores, les deseo un feliz y venturoso 2020.