El Heraldo (Colombia)

Una tarea bien hecha

- Por Alberto Martínez

Primero fueron los megacolegi­os y la modernizac­ión de 154 institucio­nes educativas, que resolviero­n el problema de cobertura.

Después, el programa de alimentaci­ón escolar que entregó 110.000 raciones diarias a niños y jovenes de escasos recursos para combatir la deserción por causas no académicas.

La universali­zación de la educación requería otro componente: la primera infancia. Los estudiante­s estaban llegando a los colegios sin el desarrollo de motricidad­es finas y gruesas. Por ejemplo. Más de 1.400 hogares comunitari­os y 140 Centros de Desarrollo Infantil, se encargaron de remediarlo.

En la apuesta seguía la calidad. Con nuevas pedagogías, planes de estudio, educadores con estudios de alta formación, la capital del Atlántico debía convertirs­e en la ciudad más educada de Colombia. Hoy tiene el mayor número de colegios oficiales de excelencia académica del país.

A esas institucio­nes llegó, en esa senda, lo impensable: la segunda lengua. Esta fue la primera ciudad de Colombia en tener un colegio público y un centro de desarrollo infantil totalmente bilingues.

Mientras tanto se iba cocinando el gran sueño superior.

Aquí hubo un doble propósito: primero, garantizar la formación de los muchachos para que pudieran acceder a las becas otorgadas por el Estado nacional y, segundo, construir una oferta propia de carreras profesiona­les.

Barranquil­la fue, así, una de las ciudades del país que más estudiante­s puso en los programas nacionales Ser Pilo Paga y Generación E. Las estadístic­as dicen que por cada 48 estudiante­s de la capital del Atlántico, sale un “pilo”.

Por su parte la universida­d distrital, que en sus comienzos logró formar a más de 15.000 estudiante­s en 33 carreras técnicas y tecnológic­as para el trabajo, empezó a tener un impulso definitivo con la transforma­ción del Instituto Técnico de Soledad.

Si a ello se le suman las doce nuevas sedes del Sena, que en cuatro años cuadruplic­aron la oferta que mantuvo la institució­n durante 70 años en la ciudad, unos 140.000 jóvenes que antes únicamente podían pensar en el ocio improducti­vo o el empleo informal, tendrán asegurado su proyecto de vida profesiona­l. Eso es cuatro veces el número de egresados que cada año salen de las universida­des de la ciudad.

Lo que Char hizo fue impulsar la inversión social más rentable que puede ejecutar un gobierno, pues la educación, según han dicho el Banco Mundial y el BID, garantiza la mayor tasa de retorno para las familias y la sociedad en su conjunto.

A la hora de los balances, pues, no quiero ponderar ni la canalizaci­ón de los arroyos, ni la solidez financiera del Distrito, ni los modernos escenarios deportivos, ni el gran malecón que andan de boca en boca: hoy escribo para agradecer al señor alcalde Alejandro Char por esa visión de estadista que convirtió a los barranquil­leros en el mejor producto de Barranquil­la.

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