El Heraldo (Colombia)

“Su cuerpo estaba destrozado, por eso no lo identificá­bamos”

Tras un año de la explosión de un carro bomba en la Escuela General Santander, EL HERALDO habló con la abuela del cadete cordobés Fernando Iriarte Agresott.

- Por Jennyfer Solano B.

Regina Tapia relató a EL HERALDO cómo vivió los instantes cuando se enteró del ataque terrorista en el que perdió la vida su nieto Fernando Iriarte, de 19 años, junto a 21 de sus compañeros en la institució­n atacada con un carro bomba por el Eln, el 17 de enero de 2019.

El 17 de enero de 2019, hace un año, Regina Tapia estaba en su casa en San Bernardo del Viento, Córdoba, cuando una vecina llegó y le anunció la primera de una serie de malas noticias que recibiría.

—Enciende la radio que hubo un atentado en la escuela de policía donde estudia Nando.

Regina, abuela y madre de crianza de uno de los 22 cadetes que falleció ese día tras el atentado atribuido al Eln, encendió la radio y después también el televisor.

En la pantalla se reproducía el video del carro bomba entrando a la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander, el desastre de los árboles caídos tras la detonación y se alcanzaba a ver el humo gris que dejaron las llamas de fuego. La lista de heridos y fallecidos fue aumentado, pero no escucharon el nombre de Fernando Alonso Iriarte Agresott. Y eso fue, según Regina, lo que hizo que conservara su esperanza hasta el día siguiente.

“A la mañana mi hijo se fue a Bogotá y también fue el padre de Nando (como le decían al joven), le hicieron una prueba de ADN. Él estaba entre los cadáveres destrozado­s, por eso no salía en la lista esa, no estaba identifica­do”, le contó Regina a EL HERALDO, un año después de la tragedia.

El atentado a la Escuela General Santander ocurrió a las 9:30 de la mañana del 17 de enero. Un carro bomba con 80 kilos de pentolita ingresó a la institució­n y tras recorrer varios metros se estrelló, haciendo estallar la carga explosiva. Fue hasta el día siguiente que se supo que fueron cerca de 21 los fallecidos, aumentando después a 23 (entre quienes se encontraba el conductor del carro bomba y una oficial ecuatorian­a). La lista de heridos llegó a 100 personas.

“A mí quien me dio la noticia fue mi hijo. El me llamó, yo estaba sentada en la sala rodeada de amigos y vecinos y también tenía acompañami­ento psicológic­o que envío la Policía, creo que ellos lo sabían pero no nos habían confirmado. Imagínese, cómo se siente uno...”, así describió la abuela de Fernando cómo recibió la segunda mala noticia de esa semana.

Fernando tenía 19 años cuando murió. Nació en el municipio de San Bernardo del Viento, en Córdoba. Fue criado por sus abuelos Regina Tapia y Federico Agresott, ya que su madre, aunque vivía con ellos, estaba muy enferma y presentaba cuadros de epilepsia, y su padre se fue a Venezuela cuando él tenía 2 años, lo volvió a ver cuando cumplió 13.

“Fue un niño muy apegado a la familia. Yo confeccion­o ropa y mientras estaba en la máquina, él siempre estuvo ahí pegado. Se sentaba en la terraza y me hablaba de sus planes... de lo que él quería hacer, pero fíjese no todos los pudo cumplir”, recordó.

“Desde niño le gustó el deporte, primero el fútbol y después la bicicleta. Participó en varios departamen­tos, el papa le mandó una cicla cuando estaba en la liga infantil y se dedicó al ciclismo en esa época”, recapituló Regina.

Sin embargo, cuando creció tenía que pasar a la liga juvenil y ahí fue cuando la pobreza le mató el primero de sus sueños. “Esa bicicleta ya eran muy caras y no teníamos como comprarla, no tuvimos apoyo. Así que le tocó dejar el ciclismo”, lamentó la abuela de Fernando.

Pese a los obstáculos, siguió intentándo­lo. Abandonó el ciclismo, pero se dedicó al Voleibol. A los 12 años compartía el tiempo entre el colegio y el deporte.

“Él jugaba acá en el pueblo (en San Bernardo del Viento) y con la selección de Córdoba, también participó en los juegos Supérate, lo premiaron como buen voleibolis­ta y después le ofrecieron la oportunida­d de entrar a la Escuela de Policía, le dieron una beca”, refirió la señora de 70 años.

A los 17, Fernando comenzó su formación como cadete y representa­ba a la institució­n en los torneos de Voleibol. Su abuela con ego materno resaltó que “ganó medalla de oro”. Su actitud deportiva le permitió seguir formándose como oficial.

“En esa escuela no entra cualquier pobre y aquí todos lo éramos. Por el voleibol y por pertenecer a la comunidad afro pudo estudiar ahí”, señaló la abuela del exoficial.

Cuando supieron que Fernando quería irse a la Policía, Regina le replicó:

—¿Por qué quieres ser policía si a ti no te gusta que te manden?

— Yo no voy a hacer cualquier policía —respondió en su momento Fernando —. Cuando salga de oficial voy a salir al mando de 30 hombres.

Otro de los sueños que Regina recordó que tenía Fernando era convertirs­e en general, ganar mucho dinero para llevarse a su mamá, Luz Gregoria, a Argentina. “Según él, allá podrían tratar a su mamá, se le podía quitar la epilepsia. Él soñaba despierto”.

Aunque al final, no pudo cumplir muchos de sus planes, Fernando burló la muerte. Se convirtió en subtenient­e el pasado 23 de diciembre, tras un homenaje que el Gobierno realizó a los 22 cadetes. Su familia conserva el sable que a “Nando le hubiera gustado tener”.

Según explicó el Gobierno, los familiares de los 22 cadetes fallecidos recibirán una pensión. Aunque aún Regina no sabe cuándo ni cuánto será.

El último día que Fernando estuvo con sus familiares fue el 8 de enero de 2019 en la terminal de transporte y en la última conversaci­ón que tuvieron en persona, el anuncio de su muerte apareció como premonició­n de lo que sucedería 9 días después.

— Préstame dinero, abuela, mira que este es el último año que voy a pasar aquí.

—¿Qué? ¿Acaso te vas a morir? — le contestó Regina.

— No, no. Es que ya no podré venir los fines de año porque ya no soy estudiante, seré alférez (otro rango) y no podré venir porque ya tendré compromiso­s que cumplir.

 ?? AFP Y CORTESÍA ?? El cordobés Fernando Iriarte (recuadro) fue uno de los 22 cadetes que murieron en el ataque del Eln.
AFP Y CORTESÍA El cordobés Fernando Iriarte (recuadro) fue uno de los 22 cadetes que murieron en el ataque del Eln.
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ARCHIVO Y CORTESíA Así quedó la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander, tras el atentado del 17 de enero de 2019 atribuido al grupo guerriller­o Eln.
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Regina Tapia, abuela y madre de crianza de Fernando (el niño que sostiene en brazos).
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El cadete Fernando Iiriarte porta su uniforme al lado de un compañero.
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Durante un juego de Voleibol en la Escuela de Policía, Fernando sostiene el balón (der.).

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