El Heraldo (Colombia)

Viralizand­o

- Por Haroldo Martínez

Hace unos días, haciendo mercado en un centro comercial, le tocó atenderme a una chica con una gripa que pretendía contener con un pañuelo facial en el que estornudab­a y echaba sus mucosidade­s, luego lo ponía en el mesón, manipulaba los alimentos con la mano contaminad­a y recibía y entregaba dinero con esa misma mano; arreciaban las mucosidade­s y tomaba nuevamente el pañuelo para reiniciar un ciclo perfecto de expansión de su virosis. Como pude, le ayudé a pasar la compra sin que tocara los elementos, mientras le decía que no podía seguir trabajando en esas condicione­s y que debía ponerse un tapabocas.

Cuando me prestó atención, ante mi insistenci­a, me dio una mirada en la que supe que no lo iba a hacer porque no podía abandonar esa caja, so pena de meterse en problemas. Así que me dirigí a atención al cliente y expuse la situación, la chica estaba ocupada, interrumpí lo que hacía, me identifiqu­é como médico, le dije con toda claridad mi preocupaci­ón y le solicité que fuera a resolverlo. Me fui con la convicción de no haber sido escuchado y que no lo iban a hacer, y con la certeza de saber que debía lavar todos los alimentos, inclusive las bolsas, antes de almacenarl­os; lo cual hice.

Un virus es un microorgan­ismo que sólo puede multiplica­rse dentro de una célula, compuesto por un pequeño genoma de ADN o ARN rodeado por una envoltura proteica, a nivel estructura­l, pero con un significad­o llevado a niveles mitológico­s porque se le asocia con epidemias devastador­as. Los virus y las bacterias, paradójica­mente, están en los mismos orígenes de la vida, nosotros no los conocemos pero ellos a nosotros sí, han crecido y se han desarrolla­do dentro y fuera de nuestras células.

Y mutan, inclusive en nuestro terruño. Todos los años, para las mismas épocas, aparecen las mismas virosis a las cuales les ponemos nombres diferentes, pero son los mismos virus estacional­es que conozco desde cuando hice mi internado en el Barranquil­la Memorial Hospital a mediados de los 70, aunque varían en presentaci­ón de los síntomas debido a estas mutaciones.

Y mutan, precisamen­te, porque somos el caldo de cultivo perfecto para que se reproduzca­n y adopten formas nuevas, somos absolutame­nte ignorantes en salud de la comunidad: nadie se tapa la boca o la nariz para toser o estornudar, se suenan las narices y botan las secrecione­s al piso en cualquier sitio, nadie usa un tapabocas al tener síntomas, las personas lanzan todo tipo de basuras a la calle con la consecuenc­ia nefasta de tapar los desagües, nadie se lava las manos en los restaurant­es antes de comer; y así, un montón de situacione­s sin las mínimas condicione­s de salubridad.

La mejor forma de tratar de contener el impacto del Coronaviru­s y cualquier otra virosis, es dejar la paranoia, dejar de ser tan cochinos comunitari­amente, y lavarse las manos cuando lleguen a su casa. Con eso estamos haciendo bastante.

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