Un Virus sin cura
Después de las noticias de éstas últimas semanas, puedo decir con certeza, que a nadie nunca se le va a olvidar el 2020. El año en el que el mundo se dio cuenta qué tan conectado está, qué tan pequeño es y qué tan frágil puede llegar a ser. El año en el que la vida social se frenó, en el que nuestra moneda se desplomó, en el que todo lo ‘urgente’ reemplazó a lo que pensábamos que era lo importante, y el año en el que el pánico se apoderó del día a día. Sí, el 2020 nunca será olvidado.
Sin embargo, esta columna no va a tener como protagonista al Coronavirus, pues a este punto, gente mucho más capacitada que yo, estará haciendo los análisis pertinentes e informando detalladamente sobre qué hay que hacer para evitar que se siga propagando (pero por si acaso no leen nada más, no olviden lavarse las manos y eviten saludarse de beso). No, no hablaré del COVID-19 que tanto tiene atemorizado al mundo, sino que aprovecharé que tengo su atención para hablar sobre otro tema que también nos debería estar quitando el sueño.
¿Sabían que mientras leían esto un niño se murió de hambre? ¿Sabían que al final del día de hoy, un aproximado de 8500 niños fallecerán porque no tienen qué comer? ¿Sabían que hay un ‘virus’ tan grande que cobra tres millones de vidas de niños anuales y a nadie parece importarle? La Tierra gira y por hambre se muere la gente, pero en los noticieros nada de eso se muestra. Como si simplemente no sucediera. Como si simplemente no valiera la pena. Como si simplemente no fueran personas de las que estuviéramos hablando.
Y la verdad es que nada de eso se muestra, porque el privilegiado sabe que de eso no se va a morir. El que tiene con qué, sabe que el ‘hambrevirus’ no llegará a su puerta a quitarle la vida. Y no digo que lo hagamos a propósito, como si genuinamente todos fuéramos malos seres humanos, pues es válido decir que al no ser una realidad que enfrentamos a diario, entonces puede que se nos olvide que sí sucede. Pero ha llegado el momento de que eso cambie. Ha llegado la hora de que al menos un segundo del día, lo utilicemos para pensar en qué podemos hacer para que esta cifra realmente alarmante, baje. Si podemos pasar días enteros alarmados como ha pasado en este último mes, en los que todo parece girar al rededor de un solo tema, entonces somos capaces de dedicarle tiempo a esto. Tenemos que ser capaces de ponernos en los zapatos del padre que no tiene cómo alimentar a su hijo que dice que tiene hambre.
Comencemos por vincularnos a una fundación, así sea para donar lo que podamos, o para regalar nuestro tiempo y poder colaborar en lo que se necesite. Hay unas como Fundación Nu3 o Fundación Nutrinfantil, por citar algunas, que se han encargado por años de enfrentar esta problemática en diferentes zonas del país y que siempre están buscando nuevas maneras de cambiarle la vida a los niños que sufren de desnutrición. Comencemos por no desperdiciar y compartir. Comencemos por tenerlo simplemente presente, sobre todo cuándo nos haga ruido el estómago pidiéndonos alimento, pues así como algunos podemos satisfacerlo, hay miles al día que mueren porque no tienen cómo hacerlo.
Porque los medios de comunicación no lo harán, porque eso no vende, porque eso no es ‘cool’, porque no le pasa a la gente ‘importante’, y porque de eso, el poderoso no se morirá. Por eso es que depende de cada uno de nosotros mantener el tema ‘vigente’, ‘relevante’ y en ‘tendencia’.
Porque mientras al ‘Coronavirus’ muy probablemente le descubrirán la cura, y lo veremos como un capítulo más de nuestra historia, el ‘Hambrevirus’ seguirá cobrando millones de vidas sin que nadie se entere.