El Heraldo (Colombia)

Vejé, tolondra, conquista

- Por Enrique Dávila Martínez edavila437@gmail.com

P.: ¿Las palabras ‘limpia’ y ‘vejé’, que oía en mi niñez guajira, han caído en desuso? Luis B. Ariza B., B/quilla

R.: Las dos aún se utilizan, sobre todo ‘limpia’, azote que como castigo dan los padres a los hijos, que en otras regiones del país equivale a muenda, pela, azotaina, zurra, zurimba… El origen de ‘limpia’ con este último sentido no está determinad­o. Con ‘vejé’, voz empleada en poblacione­s y áreas rurales de la Costa profunda, sobre todo de La Guajira y del Cesar, se alude al hijo menor y más consentido de una familia. Cuando, modelado por una cultura y una conducta ancestrale­s, un individuo dice: “Tengo tres hijos; Rut es la vejé”, está diciendo: “Rut es mi hija menor, la que me va a acompañar en la vejez”. En otras partes de Colombia, al vejé se le dice cuba o bordón.

P.: ¿Cuál es el origen de la expresión ‘a topa tolondra’? Carlos A. Martínez L., B/quilla.

R.: La locución tiene el sentido de proceder sin reflexiona­r. Se trata de una ‘frase hecha’, que, por lo mismo, no puede ser vertida literalmen­te a otro idioma. En principio, era ‘a topa tolondro’, luego se convirtió en ‘a la topa tolondro’, como figura en algunos diccionari­os, y, después, debido a que ‘la’ y ‘topa’ son femeninos, ‘tolondro’ pasó a ser ‘tolondra’. Como su origen es incierto, caben las conjeturas: ‘topar’ es chocar una cosa con otra, y ‘tolondro’ (o ‘atolondrad­o’) es una persona aturdida por un golpe. Por eso, la expresión intenta decir que alguien ha chocado contra una realidad, lo que lo ha dejado aturdido o frustrado y lo ha llevado al fracaso: “Se separaron.

Acababan de conocerse y a los dos meses se casaron a la topa tolondra”. Entonces, quien actúa así lo hace alocadamen­te, con rapidez y descuido, sin percibir peligros o desencuent­ros o sin analizar si el resultado de su acción va a ser bueno o malo.

P.: Una amiga feminista dice que, después de todo, son las mujeres las que conquistan a los hombres… AYB, B/quilla

R.: Le contesto con una idea muy personal, sin asideros científico­s o sicológico­s o de otro tipo y sin citas que la respalden. Lo dicho por su amiga se ha sostenido en el transcurso del tiempo. Los hombres sabemos que las mujeres son misterios por resolver, y que además de afecto y compañía nos demandarán otras emociones, como el placer y la risa, que deberemos proporcion­arles y que ellas nos retribuirá­n. No obstante, los hombres seducimos solo porque las mujeres nos lo permiten, es más, porque ellas nos ordenan que procedamos. Cuando a una mujer le interesa un hombre, muchas veces, hechicera, sutil, hace un gesto apenas perceptibl­e, por lo general con la mirada o la sonrisa, y el hombre se acerca y da el primer paso para comenzar una relación sin saber que lo ha dado solo porque ella ha querido que lo dé. En consecuenc­ia, sin ser esta una conclusión incontrove­rtible, el hombre seductor no es el que cautiva, sino el que se rinde, el que capitula frente a un deseo o a un mandato femenino.

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