La venganza del pollo

Después de la norma dada por el presidente Duque, con la buena intención de proteger a los viejos del covid-19, en el sentido de que estos deben permanecer encerrados en su casa hasta el 31 de mayo, cuando según él, terminará el peligro de contagio, no me queda otra forma actuar, que la que me sugiere la moda vigente del engaño: Pintar mis canas de negro, esto, si quiero ir a jugar ajedrez con otro de mis viejos amigos, para lo cual tengo que recorrer una cuadra; esto para no caer en poder de la autoridad por desobedecer la ley impuesta por el jefe supremo de Colombia.

Después de tener noticia de esta ley, mediante un mensaje que recibió mi hijo en su móvil, quien me lo mostró para informarme de ella, quise estar atento a las noticias sobre el tema y en particular a los momentos en que el presidente se dirigiría a los colombianos.

Pero en la próxima presentación televisiva, sucedida después de que Duque recibió críticas por haber derogado la norma del “toque de queda” impuesta por varios alcaldes, no apareció él, refiriéndose al tema, sino alguno de sus representantes, quien trató de justificar las medidas gubernamentales y mitigar la inconformidad; en cuanto al aislamiento de los viejos, les sugirió emplear el tiempo, distrayéndose con sus amigos; me imagino jugando con los mismos; algo que consideré imposible y contradictorio, porque de ordinario los amigos de los viejos son otros viejos, que, en la situación actual, no sé cómo podrían desplazarse para llegar hasta los mismos.

Mi inconformidad se calmó cuando un amigo me dio a entender, que según la biblia en Isaias 26:20, esta orden no es de Duque sino del mismo Dios.

Tranquilo entonces Iván, cualquier otro presidente, hubiera sido muy pollo para hacer frente a la situación que te ha correspondido afrentar.

Carlos A. Hernández García