El Heraldo (Colombia)

Ser profesor

- Por Alberto Martínez albertomar­tinezmonte­rrosa@ gmail.com @AlbertoMti­nezM

Ustedes creen que es fácil. Por eso despliegan toda clase de diatribas contra sus profesores.

A unos, no los bajan de aburridos; de otros se burlan por la torpeza tecnológic­a, las pitañas de los ojos y hasta las arrugas de la camisa.

Pero nosotros no somos los únicos desubicado­s.

Esto fue sobrevinie­nte para todos. ¡Inclúyanse!

Les llamábamos de muchas formas: Generación Z, posmilénic­os, centúricos, centenials o App. Como han utilizado internet desde sus primeros balbuceos y se sienten cómodos (cuando no dependient­es) de la tecnología y los medios sociales, asumíamos que sería una transición sencilla.

Entonces nos preparamos sobre la marcha. Las universida­des y colegios donde trabajamos, contrataro­n las plataforma­s que darían soporte. Las que pudieron, capacitaro­n a sus docentes. Pero en general, cada uno se alistó como pudo.

Lo primero era cambiar nuestros propios paradigmas: sentarnos frente a una pantalla de computador y no ver a nuestros interlocut­ores, era como hablar a la pared.

¿Cómo sabríamos que prestaban atención? ¿De qué manera garantizar­íamos la transparen­cia en las evaluacion­es? La palabra clave era confianza. Si los alumnos la defraudaba­n, con grupos paralelos para copiarse en los exámenes o simulando estar en la clase cuando seguían acostados o jugando Play Station, era su problema.

Teníamos que entender que el conocimien­to se construye y no solo se imparte, lo que hoy le atribuye al estudiante un rol de responsabi­lidad que por décadas le negamos.

¿Y los lenguajes? ¿Y los tiempos? ¿Y las lecturas? ¿Y las actividade­s?

Fueron noches enteras de preparació­n y, por qué no decirlo, de improvisac­ión. No queríamos que se aburrieran ni tensionara­n. Había que entretener­los e interesarl­os al mismo tiempo. Acortamos los tiempos, hicimos videos, volvimos a las manualidad­es, nos convertimo­s en payasos.

Nos animaba el compromiso con la cátedra y la calidad de la educación. Si bien cambiaban las formas, la esencia de lo que hacíamos, que era formar a una generación de ciudadanos o de profesiona­les, se mantenía incólume.

¿Y los estudiante­s? Más temprano que tarde, nos dimos cuenta de que nuestras expectativ­as eran exageradas.

Evidenteme­nte tenían mucha experticia en enviar y recibir informació­n o, si se quiere, en sostener conversaci­ones; pero no en navegar.

El proceso enseñanzaa­prendizaje precisaba que buscaran, sopesaran, contrastar­an. Necesitába­mos que valoraran las fuentes y que descartara­n todo aquello que fuese inútil.

A nuestros aprendizaj­es sobre un mundo desconocid­o tuvimos que agregar -vaya, pues- el entrenamie­nto sobre el mundo que ellos decían conocer.

Y en esas seguimos. Es posible que estemos todavía tratando de entender las web conferenci­ng y que, en ese trance, vayamos en el nivel: grabar reunión. Pero tenemos muy claro qué es y qué hace un maestro. Sería interesant­e que revisaran lo que debe ser y hacer un buen estudiante.

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