Humanidad frente a los dilemas
La cercanía de la muerte, debido a la pandemia, está provocando una serie de debates bioéticos, morales y hasta legales que llevan a distintos sectores de la sociedad a cuestionarse.
La pandemia de coronavirus está planteando dilemas bioéticos y morales de enorme envergadura, propios de una situación límite como la que hoy está viviendo la humanidad. Confrontarse con la muerte siempre será un asunto extremadamente complejo, que podría arrastrar a muchos a perder la cabeza y a equivocarse, aunque está claro que no hay decisiones perfectas, y menos ahora, cuando se está frente a una nueva realidad social tan desconocida.
¿Es legal que una persona incluya en su hoja de vida información sobre si está inmunizada contra la COVID-19 o que un empleador le pregunte si ha tenido el virus para decidir contratarlo? Preguntas que podrían generar hoy un intenso debate entre los expertos en derecho laboral, pero que hasta hace unos meses, no se hubieran planteado de esta forma en relación con otras enfermedades a la hora de buscar trabajo. Muchos dirán que la crisis lo ha cambiado todo, pero ¿también esto? Fernando Simón, director del Centro deCoordinacióndeAlertasy Emergencias Sanitarias del MinisteriodeSanidaddeEspaña, donde el coronavirus se ha cobrado la vida de 28 mil personas y acumula más de 235 mil contagios, fue cuestionado, en una comparecencia pública, acerca de esta posibilidad.
¿Un dilema legal o moral? Esa es la cuestión y se vuelve a caer en lo mismo, en una forma de discriminación de las personas que, en este caso y si están buscando trabajo, es porque ya están sanas luego de haber superado la enfermedad y no tendrían que arrastrar el sambenito de haber sido diagnosticadas como COVID positivas. Si prospera semejante disparate, se estará frente a una detestable forma de revictimización, una más, que no se puede consentir bajo ninguna circunstancia en el escenario laboral que sea.
Otro de los desafíos éticos que sorprendió al mundo está relacionado con los profesionales de la salud, muchos de los cuales han resultado extremadamente afectados luego de tener que decidir acerca del ‘último ventilador’. No se trata de ciencia ficción. Esta situación excepcional se repitió en los momentos más álgidos de la pandemia en países, como la misma España e Italia, donde el personal sanitario se vio obligado a priorizar en la asignación de recursos que resultaron insuficientes, entre ellos las camas de UCI y respiradores, para atender a los pacientes más críticos. Elecciones trágicas que pusieron en jaque a mujeres y hombres, la última esperanza de los pacientes, que se han dedicado a salvar vidas y no a seleccionarlas basándose en criterios de edad, discapacidad o utilidad social.
Luego de esta catástrofe vivida en Europa, países de América Latina, nuevo foco de la pandemia, están avanzando en el desarrollo de protocolos para ayudar a resolver los conflictos éticos por el eventual colapso del sistema de salud. Países como Chile, han definido un criterio que establece, palabras más, palabras menos, que la última cama debe tenerla “el paciente para quien la UCI sea la opción más apropiada…” y fija una serie de factores de riesgo a considerar para “definir los esfuerzos terapéuticos y el apoyo tecnológico a aportar a cada paciente”.
Por muchos protocolos y manuales que existan, siempre estará la angustia, la ansiedad y la incertidumbre del personal sanitario interpelado a atender pacientes de COVID-19, muchas veces sin contar con los elementos de bioseguridad adecuados, y además presionados para tomar decisiones que los arrinconen de tal manera que terminen pasando por encima de sus conciencias. ¿Qué debe prevalecer en ese momento de profunda contradicción?
Dilemas éticos propios de los profesionales de la salud, pero que también alcanzan hoy a las familias que ya están afrontando la muerte de sus seres queridos desde la distancia, sin la posibilidad de despedirse de ellos ni prestarles asistencia espiritual o religiosa, dependiendo de sus creencias. Muchas veces, están siendo cremados por razones de seguridad sanitaria, porque así lo establece el protocolo, sin que se conozca un diagnostico lo que hace aún más gravoso su complejo duelo, especialmente en el caso de las comunidades indígenas que se resisten a aceptar esta normativa, que va en contravía de sus tradiciones ancestrales.
La muerte en primera línea que plantea cuáles deben ser las prioridades en estas y otras situaciones límite, de las que antes nadie se ocupaba como ahora. Qué se antepone, ¿la ética o la eficiencia? Un debate abierto que requiere enormes dosis de entendimiento y humanidad.
Otro de los desafíos éticos que sorprendió al mundo está relacionado con los profesionales de la salud, muchos de los cuales han resultado extremadamente afectados luego de tener que decidir acerca del ‘último ventilador’.