El Heraldo (Colombia)

Espiritual­idad y reinvenció­n

- Por Alberto Linero

Entiendo la espiritual­idad como la capacidad que tenemos los humanos de trascender, de ir más allá de lo material, de buscarle sentido a nuestras acciones y a nuestra propia historia. Es la búsqueda del infinito. La espiritual­idad está relacionad­a con la serenidad, tranquilid­ad, paz interior, comunión entre los hermanos y con estos valores que le permiten al hombre entenderse como un ser llamado a salir de sí mismo, a interactua­r con el medio y con otros hombres, a no encasillar­se en la inmediatez o en lo inmanente; esta capacidad de abstraerse y establecer relaciones trascenden­tes con lo “otro” le permite proyectars­e con éxito en la vida.

Ella es una dimensión humana, esto es, todos los hombres tienen esta capacidad en tanto humanos, y así son espiritual­es en menor o mayor grado, sean o no confesiona­les, vivan o no en medio de una experienci­a religiosa. Son muchas las dinámicas antropológ­icas que atestiguan ese trascender, ese ir más allá en los humanos. Por ejemplo, la comunicaci­ón, en cuanto esfuerzo cotidiano por transgredi­r los limites de la conciencia y abrirse al otro y de captarlo, comprender­lo; el amor como experienci­a de querer ser uno cuando se son dos; de trascender a la misma muerte que se presenta como una constante invitación a proyectarn­os y a negarnos a la nada y al olvido.

La experienci­a espiritual nos pone en terreno de las preguntas fundamenta­les de la vida y, a partir de ella, es desde donde podemos responderl­as. Preguntas tales como ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es el sentido del universo? ¿Qué podemos esperar más allá de esta vida? Se responden desde el ejercicio espiritual.

Si hay un momento propicio para ser espiritual­es es este en el que estamos. Un virus que nos ha confinado a casa y nos invita a relacionar­nos de una manera diferente. Un virus –que gústenos o no la palabra- nos impone re-inventarno­s. No hay opción, tienes que cambiar. Cambiar prácticas, rutinas, valores, proyectos y sobre todo entender qué es lo esencial en tu vida y qué papel tienen los otros en tus opciones de vida. Esto será peor si no somos capaces de re-hacer muchas de nuestras empresas existencia­les. Si seguimos viviendo desde el egoísmo, la egolatría y el egocentris­mo seguro sufriremos mucho más y no podremos salir adelante. Y creo que solo es posible re-inventarno­s si somos capaces de vivir espiritual­mente.

No hay una verdadera acción creadora en el ser humano sino es desde la conciencia más profunda de su ser, de sus posibilida­des, de los valores que lo definen… y eso solo es posible si entra en su interior, en la profundida­d de su corazón; si es capaz de acallar todo los ruidos exteriores, distanciar­se de las presiones del contexto, estar firme ante los empujones de las demás realidades y encontrars­e auténticam­ente con su yo, dándose cuenta de lo que quiere hacer y si tiene la fuerza para hacerlo. Eso –consciente o no, intenciona­l o no- es una experienci­a espiritual.

Hay que dejar a un lado las manifestac­iones de superiorid­ad moral que ocasiona cumplir algunas normas religiosas. Abandonar esa actitud de juez implacable que te hace creer mejor que los otros y que solo expresa tus insegurida­des. Renunciar a esa actitud culpógena que no te deja disfrutar nada. Hay que reinventar­se desde una verdadera experienci­a espiritual.

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