Espiritualidad y reinvención
Entiendo la espiritualidad como la capacidad que tenemos los humanos de trascender, de ir más allá de lo material, de buscarle sentido a nuestras acciones y a nuestra propia historia. Es la búsqueda del infinito. La espiritualidad está relacionada con la serenidad, tranquilidad, paz interior, comunión entre los hermanos y con estos valores que le permiten al hombre entenderse como un ser llamado a salir de sí mismo, a interactuar con el medio y con otros hombres, a no encasillarse en la inmediatez o en lo inmanente; esta capacidad de abstraerse y establecer relaciones trascendentes con lo “otro” le permite proyectarse con éxito en la vida.
Ella es una dimensión humana, esto es, todos los hombres tienen esta capacidad en tanto humanos, y así son espirituales en menor o mayor grado, sean o no confesionales, vivan o no en medio de una experiencia religiosa. Son muchas las dinámicas antropológicas que atestiguan ese trascender, ese ir más allá en los humanos. Por ejemplo, la comunicación, en cuanto esfuerzo cotidiano por transgredir los limites de la conciencia y abrirse al otro y de captarlo, comprenderlo; el amor como experiencia de querer ser uno cuando se son dos; de trascender a la misma muerte que se presenta como una constante invitación a proyectarnos y a negarnos a la nada y al olvido.
La experiencia espiritual nos pone en terreno de las preguntas fundamentales de la vida y, a partir de ella, es desde donde podemos responderlas. Preguntas tales como ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es el sentido del universo? ¿Qué podemos esperar más allá de esta vida? Se responden desde el ejercicio espiritual.
Si hay un momento propicio para ser espirituales es este en el que estamos. Un virus que nos ha confinado a casa y nos invita a relacionarnos de una manera diferente. Un virus –que gústenos o no la palabra- nos impone re-inventarnos. No hay opción, tienes que cambiar. Cambiar prácticas, rutinas, valores, proyectos y sobre todo entender qué es lo esencial en tu vida y qué papel tienen los otros en tus opciones de vida. Esto será peor si no somos capaces de re-hacer muchas de nuestras empresas existenciales. Si seguimos viviendo desde el egoísmo, la egolatría y el egocentrismo seguro sufriremos mucho más y no podremos salir adelante. Y creo que solo es posible re-inventarnos si somos capaces de vivir espiritualmente.
No hay una verdadera acción creadora en el ser humano sino es desde la conciencia más profunda de su ser, de sus posibilidades, de los valores que lo definen… y eso solo es posible si entra en su interior, en la profundidad de su corazón; si es capaz de acallar todo los ruidos exteriores, distanciarse de las presiones del contexto, estar firme ante los empujones de las demás realidades y encontrarse auténticamente con su yo, dándose cuenta de lo que quiere hacer y si tiene la fuerza para hacerlo. Eso –consciente o no, intencional o no- es una experiencia espiritual.
Hay que dejar a un lado las manifestaciones de superioridad moral que ocasiona cumplir algunas normas religiosas. Abandonar esa actitud de juez implacable que te hace creer mejor que los otros y que solo expresa tus inseguridades. Renunciar a esa actitud culpógena que no te deja disfrutar nada. Hay que reinventarse desde una verdadera experiencia espiritual.