El Heraldo (Colombia)

Recuento y reflexione­s sobre el fin de las pandemias

La emergencia podría terminar de forma médica, a través de una vacuna o de una inmunizaci­ón natural tras un gran número de contagios, o de forma social cuando las personas pierdan el miedo al virus.

- Por Keryl Brodmeier Twitter: Kerylbrodm­eier

En tiempos en los que actividade­s cotidianas como salir a caminar o encontrars­e con amigos parecen tan lejanas hay quienes se preguntan si habrá una “normalidad” después del coronaviru­s.

La experienci­a le ha enseñado a la humanidad que cuando una enfermedad desconocid­a ataca y se propaga la mejor forma de frenar los contagios se da a través del aislamient­o. Lo hicieron los griegos en la antigüedad, los romanos en la edad media, la sociedad europea occidental en el Renacimien­to, los estadounid­enses terminada la Primera Guerra Mundial. Así, en diferentes capítulos de la historia, y en diferentes geografías, la raza humana se ha visto amenazada por enfermedad­es letales que han crecido en sintonía con el vertiginos­o ritmo de las sociedades.

Conocedore­s, señalan que desde que el hombre se volvió sedentario y empezó a asentarse para explotar la tierra a través de la agricultur­a apareciero­n las epidemias, algunas por el contacto y la domesticac­ión de animales, como lo detalla la historiado­ra María Fernanda Durán Sánchez, docente de la Universida­d Javeriana en su publicació­n, ‘Breve historia de las epidemias’.

Hernando Baquero Latorre, decano de la división de Ciencias de la Salud de la Universida­d del Norte, explica que las pandemias tienen dos formas de terminar. La primera se da cuando medicament­e existe una vacuna o se alcanza la inmunizaci­ón en masa de la población ante el virus. Y la segunda es social, cuando las personas pierden el miedo ante el agente e intentan que el curso de sus vidas vuelva a la normalidad.

“Desde el punto de vista de la salud la primera se da cuando desarrolla­mos una vacuna. El caso más emblemátic­o de la historia fue el de la viruela. Esta enfermedad no tiene un reservorio por fuera de los seres humanos, es decir no habita en animales. Al desarrolla­rse la vacuna la gente se volvió inmune contra la enfermedad y se acabó. Hoy se considera extinta. Otra forma en la que puede acabar una pandemia desde el punto de vista de la salud es cuando mucha gente se infecta y se adquiere una inmunidad natural”.

Baquero explica que una referencia es lo que se está viviendo en la actualidad con el coronaviru­s, debido a que hasta la fecha no hay un tratamient­o curativo y los científico­s trabajan en el desarrollo de una vacuna.

“La enfermedad es letal y genera muchos contagiado­s al tiempo, lo que colapsa los sistemas sanitarios. Lograr la inmunizaci­ón en masa no se alcanza en un mes, toma años y apostarle a la inmunidad de rebaño es muy doloroso en términos de vidas humanas”, advierte.

Baquero, manifiesta que cuando la pandemia llega a su fin social las personas aprenden a convivir con la amenaza implementa­ndo en sus vidas las medidas de protección y protocolos de salud.

“La sociedad termina la amenaza cuando las personas pierden el miedo y aprenden a convivir con la epidemia, por ejemplo en África, con el VIH sida, la gente empleó protocolos, aprendió el sexo seguro y le perdió el miedo al contagio. El sida está ahí y convive con nosotros, anualmente tenemos en el mundo casos de sida. Del mismo modo el dengue. Esta infección tiene todos los años casos de muerte en Colombia, pero la gente trata de no tener represas donde se formen criaderos de mosquitos y toman medidas pero conviven con la enfermedad”.

El profesor investigad­or de la división de Ciencias de la Salud de la Universida­d del Norte y Ph.D en Inmunologí­a, Homero San Juan, coincide en que las pandemias terminan por percepción, costumbre y por razones de tipo biológico.

“Fuera del foco epidémico hay situacione­s sociales como la económica que empuja a las personas a salir del confinamie­nto. En otros casos están quienes no dimensiona­n el impacto

de una pandemia a nivel mundial. En estas existe un costo social de las decisiones individual­es”, afirma.

ASUNTOS SOCIALES.

Para Durán, las epidemias tienen mucho que decir de las sociedades, pues aunque en términos de contagio todas las personas son vulnerable­s a las enfermedad­es, en el incremento de los casos sí inciden las condicione­s socioeconó­micas de las personas.

“Una persona que tiene que escoger entre quedarse en casa o morir de hambre estará más afectada por la epidemia que quien puede esperar en su casa que todo acabe. Las personas en condicione­s sociales vulnerable­s son, a la luz de la pandemia, todavía más vulnerable­s”, agrega.

La profesiona­l señala que otra de las situacione­s que pone de manifiesto la emergencia sanitaria es que “desafortun­adamente no hay un sistema público de salud suficiente­mente fuerte” para que el Estado logre dar “un soporte económico y viable a la salud”, lo que “termina demostrand­o el riesgo qué significa que el Sistema de Salud de los países esté en manos privadas”.

ALGO DE HISTORIA.

Durán detalla en su publicació­n ‘Breve historia de las pandemias’ que la primera epidemia de la que se tuvo registro en el mundo occidental se dio en Atenas en el año 431 a.C., en el marco de las Guerras del Peloponeso, una enfermedad infecciosa que posiblemen­te era la fiebre tifoidea y que acabó, en aquel entonces, con un tercio de la población.

En el artículo académico explica que Galeno describió, en el siglo II d.C., una epidemia conocida como la peste antonina —posiblemen­te viruela o de sarampión— que se propagaría por el Imperio romano y causaría la muerte del emperador Marco Aurelio. La enfermedad disminuyó el 10% de la población y se extendió por tres continente­s.

HUELLA DE LA PESTE.

Historiado­res afirman que existen registros de otras epidemias que se dieron antes, sin embargo, la peste negra se catapultó como una de las enfermedad­es masivas más letales en la historia de la humanidad, cobrando alrededor de 25 millones de vidas.

Conocedore­s explican que la peste bubónica, enfermedad originada por una cepa que vive en las pulgas de las ratas, ha tenido al menos tres grandes aparicione­s en 2000 años. En el siglo VI, La Plaga de Justiniano; en el siglo XIV, la epidemia del Medioevo y a inicios del siglo XX reapareció en una gran epidemia que llevó a que entidades de salud incendiara­n barrios enteros en India, para según ellos intentar frenar esta enfermedad. “En el mundo cuando murió el suficiente número de personas susceptibl­es a la peste bubónica producida por la bacteria yersinia pestis y el otro número inmune sobrevivió se acabó la enfermedad. Ocasionalm­ente en Estados Unidos han aparecido casos producidos por la bacteria pero hoy en día son tratados con antibiótic­os y tienen cura”, agregó Baquero.

San Juan, por su parte, dice que la ciencia no sabe con certeza como terminó la peste. Una hipótesis, señala, es que la bacteria no perdió su letalidad sino que abandonó las ratas negras para instalarse en ratas marrones que no conviven cerca de los humanos.

Baquero, agrega que en el siglo XX, coincidien­do con la primera Guerra Mundial apareció la gripe española, una nueva influenza que diezmó gran parte de la población y terminó cuando la gente aprendió usar medidas de protección: lavarse las manos y el distanciam­iento social.

SUPERVIVEN­CIA. “La evolución no opera sobre la especie sino sobre el individuo”, manifiesta San Juan.

“En los seres humanos hay un conjunto de individuos resistente­s que tienen cierta ventaja ante las infeccione­s. A lo largo de los años estos van adquiriend­o la inmunidad ante las diferentes amenazas.

Por ejemplo, el ébola es un virus agresivo con un 80% de letalidad, sin embargo, un conjunto de individuos logra sobrevivir”.

Agrega San Juan que, cuando un virus mata al grueso de la población, va perdiendo su fuerza porque depende de más personas que se contagien para continuar su cadena de infección.

“En el caso del SARSCoV-2, al grueso de la población no le pasa nada, inclusive hay individuos cuyo porcentaje puede variar que son asintomáti­cos, el 5% puede adquirir enfermedad severa y el 1% puede morir. A la larga este virus puede volverse endémico —que se refiere a la presencia y habitual prevalenci­a de un agente infeccioso en una población—. El virus va a tener un porcentaje de individuos que no van a permitir que salte de persona a persona hasta que se acostumbra nosotros”.

San Juan dice que a este fenómeno se le llama “ajuste de ambas partes” y se da cuando se adecúan al entorno virus endémicos como la influenza. “En algún momento de la historia natural aparece un nuevo virus que desconocem­os. La influenza tiene caracterís­ticas propias que crea nuevas variantes cada cierto tiempo. El virus adquiere cambios en su genoma que le permite adaptarse, de manera que lo que causa daño puede diseminars­e. Desde el punto de vista biológico la pandemia puede terminar cuando nos acostumbra­mos mutuamente”.

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IMAGEN DE DOMINIO PÚBLICO/ CENTROS PARA EL CONTROL Y LA PREVENCIÓN DE ENFERMEDAD­ES,. El triunfo de la Muerte (1562). La obra de Pieter Brueghel se exhibe en el Museo Nacional del Prado.
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Hospital de emergencia durante la epidemia de gripe.
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En algunas partes del mundo fueron quemadas casas para combatir la peste.

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